El Jardín del Agua Mágica



En un pequeño jardín de niños llamado "El Jardín del Agua Mágica", todos los niños eran muy amigos y pasaban el día jugando y aprendiendo juntos. Pero había un problema: en el rincón del jardín, donde estaba la fuente, el agua se estaba desbordando porque no sabían que había que cuidar el agua.

Un día, mientras jugaban, una niña llamada Clara decidió que era el momento de cambiar las cosas.

"¡Chicos! - exclamó Clara. - ¿Alguna vez pensaron en cuánto agua desperdiciamos cada día? ¡No puede ser que el agua se escape así!"

Los demás niños, sorprendidos por la idea de Clara, la miraron con curiosidad.

"¿Qué podemos hacer para cuidarla? - preguntó Tomás, uno de sus amigos. - El agua es muy importante para todos nosotros!"

"¡Vamos a hacer un plan! - dijo Clara emocionada. - Primero, necesitamos cerrar el grifo cuando nos lavamos las manos. ¡El agua es un tesoro y no debemos malgastarlo!"

Así fue como Clara y sus amigos comenzaron a cuidar el agua en el jardín. Cada vez que alguien iba a lavarse las manos, recordaban cerrar el grifo cuando no lo necesitaban.

Un día, la maestra, la señorita Ana, notó que el agua de la fuente ya no se desbordaba y se acercó a hablar con ellos.

"¡Qué bien, chicos! - dijo la señorita Ana, sonriendo. - He visto lo que están haciendo para cuidar el agua. ¡Están haciendo un trabajo maravilloso!"

"Gracias, señorita Ana! - dijo Sofía, la amiga de Clara. - Pero también podríamos contarle a los demás sobre la importancia del agua. Así todos juntos podemos ayudar a cuidarla."

Esa idea les pareció genial. Los niños decidieron organizar un espectáculo en el que contarían a los demás sobre el agua. Prepararon dibujos y carteles coloridos, llenos de información sobre cómo cuidar el agua.

El día del espectáculo, los niños se pusieron nerviosos.

"¿Creen que les va a gustar? - preguntó Julián, un poco inseguro."

"¡Por supuesto! - respondió Clara. - Si lo hacemos con mucho amor, seguro que a todos les va a encantar."

Cuando llegó el momento, los niños se subieron al escenario y empezaron a cantar una canción especial que habían inventado juntos.

"El agua es un regalo, cuidémoslo siempre. - cantaban alegres mientras todos en el público aplaudían."

Después de cantar, Clara, Sofía y Tomás explicaron cómo cuidar el agua. Contaron sobre recolectar agua de lluvia en recipientes, no dejar correr el agua mientras se cepillan los dientes y poner mangueras con cuidado cuando regamos las plantas.

Al final del espectáculo, todos los padres y otros niños aplaudieron y se sintieron muy orgullosos de los pequeños cuidadores del agua.

"¡Bravo, chicos! - gritó un niño del fondo. - ¡Yo también quiero cuidar el agua!"

A partir de ese día, el "Jardín del Agua Mágica" se convirtió en un lugar todavía más especial. Todos, desde los niños hasta los docentes, se comprometieron a cuidar el agua. La fuente nunca volvió a desbordarse y el jardín florecía más que antes.

Justo cuando pensaban que todo iba perfecto, un día Clara encontró una pequeña gota de agua brillante en la tierra.

"¡Miren qué hermosa! - exclamó Clara. - ¡Es como una gota mágica!"

"Quizá significa que el agua está agradecida por lo que estamos haciendo! - sugirió Sofía emocionada.

"Sí! - dijo Tomás. - Podemos hacer una promesa a esta gota mágica: cuidar el agua siempre, como un gran tesoro que es!"

Y así, los niños del jardín decidieron hacer una promesa en voz alta:

"¡Prometemos cuidar el agua!"

Desde entonces, cada vez que jugaban, se aseguraban de cuidar cada gota. Y la pequeña gota mágica brillaba más que nunca, siguiendo siempre al grupo de niños, recordándoles que cuidar el agua era un compromiso de todos. Y así, el Jardín del Agua Mágica se convirtió no solo en un lugar de juegos, sino en un verdadero hogar para la naturaleza.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero la historia del agua mágica sigue viva en cada uno de los pequeños que, aunque crecieron, nunca olvidaron lo valioso que es cuidar el agua.

FIN.

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