El Jardín del Lago
En un pequeño pueblo cerca del Lago de Maracaibo, vivía un niño Wayuu llamado Kairi. Kairi era un niño curioso, lleno de sueños y siempre buscando aventuras. Cada tarde, después de hacer sus tareas, se aventuraba hasta la orilla del lago, donde la naturaleza lo llenaba de asombro. Pero, en los últimos meses, algo había cambiado. El agua del lago, que antes brillaba como un espejo, ahora estaba cubierta de una extraña espuma y plásticos.
Una tarde, mientras caminaba por la orilla, Kairi vio a un grupo de peces nadando de manera errática. Se acercó y les preguntó:
"¿Qué les pasa, amiguitos?"
"Estamos enfermos, Kairi. El agua ya no es limpia como antes. La basura y el petróleo lo están contaminando. No podemos vivir así."
Kairi se sorprendió al escuchar a los peces. Aunque no hablaban como los humanos, él podía sentir su dolor. Decidió actuar y ayudar a sus amigos. Regresó a su casa y habló con su abuela, quien le había contado historias sobre la importancia de cuidar el lago.
"Abuela, el lago está contaminado. Los peces me dijeron que necesitan nuestra ayuda. ¿Qué podemos hacer?"
"Querido Kairi, de a poco, podemos lograr que el lago vuelva a brillar. Comencemos por limpiar y luego educar a otros sobre la importancia de cuidar nuestro hogar."
Kairi reunió a sus amigos y se les ocurrió una idea. Realizarían una gran limpieza en la orilla del lago para eliminar la basura. Juntos, hicieron carteles coloridos:
"Ven a ayudar al Lago de Maracaibo. ¡Hagamos nuestro jardín!"
Con sus carteles, fueron de casa en casa, invitando a todos a unirse. Finalmente, el gran día llegó. Cientos de personas se reunieron en la orilla del lago, muchos no conocían la razón, pero Kairi gritó:
"¡Vamos a cuidar nuestro lago! ¡Necesitamos su ayuda!"
Los adultos comenzaron a reír, pero al ver la mirada decidida de Kairi, entendieron que debía ser algo importante. Se pusieron a trabajar, recogiendo plásticos y basura, mientras Kairi y sus amigos plantaban pequeños arbolitos a la orilla.
Al finalizar la jornada, el lago pareció agradecido. Kairi miró el cielo y, sintiéndose emocionado, dijo:
"Miren, el agua está empezando a brillar de nuevo. ¡Lo logramos!"
Días después, Kairi siguió hablando con los peces. Uno de ellos, el pez dorado, se acercó a él.
"Kairi, gracias por nuestro nuevo hogar. Pero aún necesitamos seguir cuidando. La contaminación no se va de un día para el otro."
Kairi entendió lo que el pez decía y decidió que no podía parar. Así, todos los sábados se reunió con sus amigos y sus familias para cuidar el lago. Pero su misión no terminó ahí.
"Enseñemos a los demás, así nadie más tira basura al lago. Vamos a hacer más carteles", sugería Kairi.
Pronto, su pequeño pueblo se convirtió en un ejemplo para otros lugares. Habían comenzado a recibir visitas de escuelas de todo el país, que venían a aprender del esfuerzo de Kairi y sus amigos, y poco a poco el mensaje se extendió.
La historia de la limpieza del Lago de Maracaibo llegó a la ciudad, donde muchos, inspirados por Kairi, comenzaron a cuidar otros lagos y ríos. El niño Wayuu se transformó en un gran defensor del medio ambiente, rodeado siempre por sus amigos y los peces de su lago.
Un día, mientras observaba el lago y recordaba todo lo que habían logrado, asombrado con su belleza renovada, Kairi sonrió al ver a los peces saltando, felices en su nuevo hogar.
"Sabes, pequeño pez dorado, creo que juntos podemos lograr un mundo mejor. ¿Qué te parece?"
"¡Sí! Y siempre será un placer nadar en aguas limpias y bellas. ¡Gracias, Kairi!"
Y así, por generaciones, el Lago de Maracaibo volvió a ser el corazón vibrante que siempre había sido, todo gracias a la acción de un niño que se preocupó por su hogar y los seres que en él vivían. Y aunque Kairi creció pronto se convirtió en un gran líder ambiental, sus viejas amistades, tan doradas, vivirían para siempre en su corazón.
Al final, no sólo el lago se volvió un lugar hermoso, sino que Kairi aprendió que, cuando trabajamos juntos, podemos hacer magia.
FIN.