El jardín encantado
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de un frondoso bosque, un niño muy curioso llamado Mateo. Vivía un poco alejado del pueblo, en una casita con su mamá y su papá. A Mateo le encantaba explorar cada rincón del bosque, trepar árboles altos y escuchar el canto de las aves. Era un aventurero nato y conocía el bosque como la palma de su mano.
Un día, mientras recorría su camino favorito, Mateo encontró una puerta cubierta de ramas y enredaderas. La curiosidad lo invadió y no pudo evitar acercarse.
"¿Qué habrá detrás de esta puerta?" - pensó en voz alta, mientras quitaba las ramas que la tapaban.
Finalmente, logró abrir la puerta. Al cruzarla, se encontró en un jardín maravilloso, lleno de flores de todos los colores, árboles frutales y una fuente que brillaba bajo la luz del sol. Pero lo más sorprendente de todo eran las criaturas que habitaban allí: un colibrí que hablaba y un pequeño conejo vestido con un chaleco.
"¡Hola! Soy Zaira, el colibrí. Bienvenido al Jardín Encantado" - dijo el colibrí.
"Y yo soy Coco, el conejo. Aquí todos tienen un talento especial" - añadió el pequeño conejo, moviendo sus orejas emocionado.
Mateo no podía creer lo que veía.
"¿Talento especial? ¡Qué interesante! ¿Qué talento tienen ustedes?" - preguntó con sorpresa.
"Yo puedo volar y ayudar a los demás a encontrar cosas perdidas con mi velocidad" - dijo Zaira, revoloteando alrededor de Mateo.
"Y yo puedo hacer trucos mágicos con mis patas, como hacer aparecer zanahorias" - añadió Coco, mientras hacía un pequeño salto mostrando una zanahoria enorme.
Mateo se sintió inspirado.
"¡Quiero tener un talento especial también!" - exclamó.
"¡Claro! Pero para descubrir tu talento, necesitarás completar una pequeña misión" - dijo Zaira con un brillo en los ojos.
"Así es, debes ayudar al jardín, porque hay un árbol que está triste. Si lo ayudas a volver a sonreír, tal vez descubras tu talento" - explicó Coco.
Mateo aceptó el desafío y siguió a sus nuevos amigos hasta el gran árbol del jardín. Al llegar, vio que el árbol estaba lleno de hojas marchitas y su tronco se veía opaco.
"¿Qué le pasa a este árbol?" - preguntó Mateo.
"Está triste porque nadie le ha contado un cuento o lo ha cuidado en mucho tiempo" - respondió Zaira.
"¿Qué tipo de cuento le gustaría escuchar?" - se preguntó Mateo.
"Él ama las historias de aventuras, de exploradores valientes y criaturas mágicas" - dijo Coco emocionado.
Mateo se sentó en el suelo, cerró los ojos e imaginó una historia sobre un pueblo lejano y un héroe que viajaba por el mundo. Con cada palabra que decía, el árbol comenzó a transformar su tristeza en alegría. Las hojas marchitas comenzaron a brillar y a cobrar color.
Después de contar la historia, el árbol dio un suave susurro.
"Gracias, pequeño amigo. Tu voz ha devuelto la vida a mi ser" - dijo el árbol con una voz profunda y acariciante.
Con el árbol feliz, Mateo sintió una energía especial invadiendo su cuerpo.
"Creo que hay algo diferente en mí" - dijo emocionado.
"¡Tu talento es contar historias! Puedes hacer sonreír a los demás con tus palabras y hacer que imaginen maravillas" - dijo Zaira.
"Exactamente. Eres un explorador no solo del bosque, sino también de los sueños" - agregó Coco.
Mateo se sonrió. Realmente tenía un talento especial. A partir de ese día, cada vez que regresaba al Jardín Encantado, compartía historias con Zaira, Coco y todos los demás amigos del jardín. Aprendió que contar historias no solo le daba alegría a los demás, sino también a él mismo.
Y así, cada vez que regresaba a su hogar, llevaba consigo la magia del jardín y el conocimiento de que todos, sin importar cuánto tiempo pasen en el bosque, pueden encontrar su talento especial. Un talento que, al igual que las flores del jardín, puede florecer y hacer que el mundo sea un lugar más hermoso.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero la aventura de Mateo apenas comenzaba.
FIN.