El Jardín Encantado


Había una vez dos amigos llamados Leandro y María, ambos tenían 12 años y vivían en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza. Eran inseparables, siempre estaban juntos jugando y explorando el mundo que los rodeaba.

Un día, mientras caminaban por el bosque cerca del pueblo, encontraron una extraña planta brillante. Estaban tan emocionados que decidieron llevársela a casa y cuidarla juntos. La plantaron en el jardín de María y la observaron crecer con asombro.

Pasaron los días y la planta comenzó a florecer hermosas flores multicolores. Leandro y María quedaron maravillados por su belleza. Pero un día, cuando fueron a verla, se dieron cuenta de que las flores habían desaparecido.

- ¡Oh no! ¿Qué le ha pasado a nuestras flores? - exclamó María preocupada. Leandro recordó haber escuchado historias sobre hadas mágicas que visitaban los jardines por la noche para llevarse las flores más bellas.

Decidieron entonces pasar toda la noche escondidos en el jardín para descubrir quién estaba robando sus flores. Mientras esperaban pacientemente escondidos detrás de unos arbustos, vieron aparecer una pequeña hada voladora con alas brillantes. Era Luna, la guardiana del jardín.

- ¡Vaya sorpresa! - dijo Luna al ver a Leandro y María - No esperaba encontrar niños aquí esta noche. Leandro explicó lo sucedido con las flores y cómo querían saber quién era responsable de su desaparición.

Luna les contó que ella tomaba las flores para decorar el jardín de los sueños, un lugar mágico donde todas las plantas y flores eran cuidadas y protegidas. Les explicó que las flores que tomaba eran reemplazadas por otras nuevas al amanecer.

- Nuestro trabajo es asegurarnos de que todas las plantas y flores del mundo estén bien cuidadas - dijo Luna - Pero puedo ver lo mucho que aprecian estas flores, así que tengo una idea.

¿Qué tal si les enseño cómo cultivar sus propias flores mágicas? Leandro y María estaban emocionados con la idea. Luna les mostró cómo sembrar semillas especiales en macetas pequeñas y cómo cuidarlas adecuadamente. Pasaron semanas regando, abonando y cuidando sus pequeñas plantas.

Poco a poco, comenzaron a crecer hermosas flores multicolores en sus macetas. Un día, cuando fueron a visitar el jardín de los sueños, se dieron cuenta de algo sorprendente: algunas de sus propias flores habían sido llevadas allí por Luna.

- ¡Mira Leandro! ¡Nuestras flores están en el jardín de los sueños! - exclamó María emocionada. Luna apareció sonriendo y les dijo:- Vuestras habilidades para cultivar estas maravillosas flores mágicas han impresionado a todos en el jardín de los sueños.

Ahora formáis parte del equipo mágico de guardianes del jardín. Desde ese día, Leandro y María dedicaron su tiempo libre a cuidar no solo su propio jardín sino también otros lugares públicos como parques y plazas.

Compartieron su conocimiento con otros niños y juntos hicieron de Villa Esperanza un lugar aún más hermoso.

Así, gracias a la magia de las flores y al espíritu de colaboración, Leandro y María aprendieron el valor del cuidado del medio ambiente y la importancia de trabajar juntos para hacer del mundo un lugar mejor.

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