El Jardín Encantado


Marcus se acercó lentamente, tratando de entender qué era lo que estaba sucediendo. Sus compañeros de clase estaban asustados y gritaban como si hubiera ocurrido algo terrible. - ¿Qué está pasando? - preguntó Marcus preocupado.

- ¡Son criaturas extrañas! ¡Nos están persiguiendo! - respondió Ana, una de sus amigas. Marcus miró a su alrededor y vio a las pequeñas criaturas peludas con ojos grandes y brillantes. Parecían inofensivas, pero comprendió por qué todos estaban asustados.

Decidió tomar el control de la situación y enfrentar el miedo que sentía. Se acercó lentamente hacia una de las criaturas y notó que esta temblaba de miedo. - Hola, pequeña criatura - dijo Marcus en voz baja -.

No te voy a hacer daño, solo quiero entenderte. La criatura lo miró con sus ojitos brillantes y dejó escapar un sonido similar a un chillido. Marcus comprendió que estaba asustada también.

- Tranquila, no tienes por qué tener miedo - le dijo Marcus en tono tranquilizador -. Quiero ayudarte, pero necesito saber qué es lo que te pasa para poder hacerlo. La criatura pareció entenderlo y comenzó a hablar en un lenguaje extraño pero melodioso.

A medida que hablaba, Marcus descubrió que estas pequeñas criaturas eran seres mágicos llamados brincos.

Solían vivir en los bosques encantados cerca del colegio, pero debido a la deforestación reciente se habían visto obligadas a buscar refugio en el patio trasero del colegio. - Entiendo tu preocupación, brinco - dijo Marcus con compasión -. Pero no te preocupes, encontraremos una solución para que puedas volver a tu hogar seguro y protegido.

Marcus llamó a sus compañeros de clase y les explicó lo que había descubierto. Juntos, idearon un plan para ayudar a los brincos. Comenzaron a construir pequeñas casitas en los árboles del patio trasero del colegio, imitando el entorno natural de los bosques encantados.

Mientras trabajaban juntos, Marcus notó cómo la inquietud y el miedo se transformaban en esperanza y alegría. Todos estaban aprendiendo sobre la importancia de cuidar la naturaleza y respetar las vidas que habitan en ella.

Finalmente, cuando terminaron las casitas, invitaron a los brincos a su nuevo hogar. Las criaturas saltaron de alegría al ver su nuevo refugio y comenzaron a explorarlo emocionadas. - Gracias por ayudarnos - dijo uno de los brincos con gratitud -.

Ahora podremos vivir felices y seguros nuevamente. Marcus sonrió satisfecho al ver cómo su valentía y compasión habían hecho una diferencia. Aprendió que incluso las cosas más extrañas pueden necesitar ayuda y comprensión.

Y entendió que todos tenemos la capacidad de hacer cambios positivos si trabajamos juntos hacia un objetivo común.

Desde ese día, Marcus se convirtió en un defensor de la naturaleza y siempre recordaba aquel encuentro con los brincos como una lección importante: nunca subestimes el poder del amor, la empatía y el trabajo en equipo para cambiar el mundo.

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