El jardín encantado de las flores hermosas
En un pequeño pueblo llamado Villa Flor, se encontraba un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores y tamaños. Entre ellas se encontraban la rosa, el girasol y la margarita.
Cada una tenía su propio encanto y personalidad. El encargado de cuidar este maravilloso jardín era el campesino Miguel.
Él amaba tanto a las flores que dedicaba gran parte de su día a asegurarse de que estuvieran bien regadas, libres de plagas y con suficiente luz solar. Pero había algo especial en este jardín: una pequeña abejita llamada Anita. Anita era una abejita muy curiosa y siempre estaba revoloteando entre las flores, recolectando néctar para llevarlo a su colmena.
Sin embargo, también disfrutaba mucho conversar con las flores mientras trabajaba. Un día soleado, mientras Anita visitaba la rosa roja brillante, notó que esta lucía triste y sin vida. Preocupada, decidió preguntarle qué le pasaba.
"Oh querida rosa, ¿qué te ocurre? Pareces tan apagada hoy", dijo Anita con voz dulce. La rosa suspiró profundamente y respondió: "Querida amiga Anita, me siento triste porque no puedo alcanzar la altura del girasol o tener la frescura natural de la margarita".
Anita quedó sorprendida por lo que escuchó y decidió ir en busca del girasol para entender mejor lo que pasaba. Cuando llegó al lugar donde crecía el gigantesco girasol amarillo, lo encontró desanimado y cabizbajo. "Hola, querido girasol.
¿Por qué te encuentras tan triste hoy?", preguntó Anita con suavidad. El girasol respondió: "Querida amiga Anita, me siento triste porque no puedo ser tan delicado y elegante como la rosa o tener la simplicidad y ternura de la margarita".
Anita se dio cuenta de que tanto la rosa como el girasol estaban pasando por momentos de baja autoestima. Decidió buscar a su amiga margarita para ver si ella podía ayudarlos.
Cuando llegó al lugar donde estaba creciendo la margarita blanca, notó que esta también lucía desanimada y sin su brillo característico. "Hola, dulce margarita. ¿Qué te ocurre? Pareces tan apagada", dijo Anita preocupada.
La margarita suspiró y respondió: "Querida amiga Anita, me siento triste porque no puedo ser tan radiante y colorida como la rosa o tener el tamaño imponente del girasol". Anita comprendió que las tres flores se sentían inseguras por compararse entre sí.
Decidió reunir a todas en un círculo y les habló con sabiduría:"Queridas flores, cada una de ustedes es única e importante en este jardín. La rosa nos llena de amor con su fragancia; el girasol nos regala luz con su imponente presencia; y la margarita nos enseña sobre humildad con su belleza simple pero hermosa".
Las tres flores escucharon atentamente las palabras de Anita y comenzaron a comprender que cada una tenía cualidades únicas y valiosas. A partir de ese día, dejaron de compararse y empezaron a apreciar su propia belleza.
La rosa se dio cuenta de que su fragancia era incomparable, el girasol comprendió que su tamaño imponente alegraba a todos y la margarita valoró su pureza y sencillez.
El jardín de Villa Flor se llenó de armonía y las flores aprendieron a amarse y aceptarse tal como eran. Desde entonces, cada día brillaban con más fuerza y compartían su amor con todos los seres vivos que visitaban el jardín.
Y así, gracias a la sabiduría de Anita, las flores del jardín entendieron que cada una tenía un lugar especial en el mundo y que todas eran importantes para hacerlo más hermoso.
FIN.