El Jardín Encantado de Mateo



Había una vez un hermoso jardín en el corazón de la ciudad. Era tan grande que se podía perder entre sus flores y árboles frondosos.

En ese maravilloso lugar vivían muchos animales: pájaros cantores, mariposas de colores y pequeños conejos saltarines. Un día, llegó al jardín un niño llamado Mateo. Tenía los ojos llenos de curiosidad y las ganas de descubrirlo todo.

Desde el momento en que puso un pie en aquel lugar mágico, supo que su vida sería diferente. Mateo comenzó a explorar cada rincón del jardín, corriendo tras las mariposas y trepando a los árboles más altos. Pero lo que más le fascinaba eran las flores.

Había rosas rojas como el fuego, margaritas blancas como la nieve y girasoles amarillos como el sol. Un día, mientras jugaba cerca de un estanque brillante, Mateo vio algo inusual moviéndose entre los nenúfares.

¡Era una tortuga! Pero no era una tortuga común y corriente; tenía un caparazón dorado con destellos brillantes. - ¡Hola! -exclamó emocionado Mateo-. ¿Quién eres? La tortuga sonrió con ternura y respondió:- Soy Tito, la tortuga encantada del jardín.

¿Quieres jugar conmigo? Mateo asintió emocionado y pasaron horas jugando a esconderse entre los arbustos y hacer carreras por todo el jardín. Tito, la tortuga encantada, era sabia y siempre tenía algo interesante que contarle a Mateo.

Le enseñaba sobre los diferentes tipos de plantas y animales que habitaban en el jardín. Un día, mientras exploraban una parte del jardín que aún no habían visitado, encontraron un árbol frondoso con una puertita diminuta. - ¡Mira, Mateo! -exclamó Tito-.

¡Es la entrada al mundo de las hadas! Ambos se acercaron con cautela y abrieron la puerta. Quedaron maravillados al ver un lugar lleno de luces brillantes y pequeñas criaturas voladoras. Las hadas les dieron la bienvenida y les mostraron su hogar mágico.

Les contaron historias fantásticas y les enseñaron a cuidar el jardín para mantenerlo siempre hermoso. Desde aquel día, Mateo aprendió sobre el valor de la naturaleza y cómo protegerla. Creció rodeado de flores, pájaros cantores y amistades invaluables como Tito y las hadas.

A medida que pasaban los años, Mateo se convirtió en un defensor del medio ambiente. Organizaba actividades para limpiar el jardín y concientizaba a otros niños sobre la importancia de cuidar nuestro planeta.

Gracias a su amor por la naturaleza, el jardín se convirtió en un lugar aún más hermoso donde todos podían disfrutar. Y así, gracias al niño curioso llamado Mateo, el jardín floreció con alegría infinita. Y colorín colorado... esta historia llena de magia ha terminado.

FIN.

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