El jardín lunar de Mateo


Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en una pequeña ciudad rodeada de fábricas y humo contaminante. A Mateo le encantaban las flores, especialmente las rosas rojas.

Un día, decidió plantar una rosa en su jardín para poder disfrutar de su hermosura y fragancia. Mateo cuidaba con mucho amor y dedicación de su rosa, pero a medida que pasaban los días, notaba que no crecía como debería.

Las emisiones tóxicas provenientes de las fábricas cercanas estaban dañando el aire y afectando la salud de todas las plantas del lugar. Triste por ver cómo su rosa se marchitaba lentamente, Mateo pensó en qué podría hacer para salvarla.

Entonces recordó algo que había aprendido en la escuela: "La luna es un lugar limpio y puro donde todo puede crecer". Sin perder tiempo, decidió embarcarse en una aventura espacial.

Construyendo una nave espacial casera con materiales reciclados, Mateo partió hacia la luna con sus herramientas de jardinería y algunas semillas especiales para rosas resistentes a la contaminación. Al llegar a la luna, Mateo encontró un terreno desolado y grisáceo. Pero estaba decidido a convertirlo en un hermoso jardín lleno de vida y color.

Comenzó a cavar hoyos profundos e irregulares para plantar sus semillas mientras cantaba canciones felices. Después de varios días regando diligentemente sus plantitas lunares, comenzaron a brotar pequeñas hojitas verdes.

¡Las rosas estaban creciendo! Mateo estaba lleno de alegría al ver cómo su esfuerzo y amor estaban dando frutos. Sin embargo, una noche, mientras dormía en su nave espacial, un fuerte viento lunar arrancó todas las flores.

Mateo se despertó con lágrimas en los ojos y pensó que todo su trabajo había sido en vano. Pero la luna tenía una sorpresa para él. Al día siguiente, cuando salió a explorar nuevamente el jardín lunar, encontró pequeños brotes asomando entre las grietas del terreno.

Las flores no solo habían sobrevivido al viento, sino que también habían encontrado formas ingeniosas de aferrarse a la vida.

Maravillado por la resistencia y adaptabilidad de estas rosas lunares, Mateo entendió una valiosa lección: "La naturaleza siempre encuentra una manera de prosperar incluso en los lugares más inhóspitos". Decidió llevar algunas semillas de las rosas lunares de regreso a la Tierra para compartirlas con otros amantes de las plantas y demostrarles que aún era posible tener belleza natural a pesar de la contaminación.

Mateo volvió a casa con su nave espacial cargada de semillas especiales. Junto con sus amigos y vecinos, plantaron juntos estas nuevas rosas resistentes en sus jardines.

Poco a poco, el aire se fue purificando gracias al poder transformador de estas hermosas flores. La historia del niño que plantaba rosas rojas se extendió por toda la ciudad y más allá.

La gente comenzó a tomar conciencia sobre el cuidado del medio ambiente y cómo cada uno podía hacer una diferencia. Gracias a Mateo y sus rosas lunares, la ciudad se transformó en un lugar más verde y saludable.

Y así, el niño que una vez vio marchitar su rosa roja por la contaminación, logró convertir su tristeza en esperanza para todos.

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