El jardín mágico
Había una vez un hermoso jardín en el que vivían muchos animalitos. Cada uno de ellos tenía su propio hogar y disfrutaba de la tranquilidad y belleza del lugar. Pero un día, algo extraño comenzó a suceder.
La primera en notarlo fue Anita, la ardilla. Unos pequeños hoyos comenzaron a aparecer en el suelo cerca de su árbol favorito. "-¡Qué extraño! ¿Quién estará haciendo estos agujeros?" se preguntó Anita con curiosidad.
Al poco tiempo, los pájaros también notaron algo inusual. Sus nidos amanecían revueltos y algunas ramas habían sido movidas de lugar misteriosamente. "-¡No puedo creerlo! ¡Alguien está jugando con nuestros nidos!" exclamó Pablo, el pajarito cantor.
Pero lo más sorprendente estaba por venir. Una mañana, mientras Tomás, el conejito blanco, saltaba por entre las flores del jardín, descubrió una larga senda subterránea que conducía a un escondite secreto bajo tierra.
Con mucho cuidado y sigilo decidió adentrarse en él para ver qué había allí. Lo que encontró dejó boquiabierto al conejito: eran unos simpáticos topos llamados Martín y Lola quienes habían excavado aquel increíble laberinto subterráneo donde vivían felices junto a sus amigos ratones.
"-Perdón por haberlos asustado -se disculpó Tomás-. No sabía que vivían aquí abajo. "Martín y Lola sonrieron amigablemente antes de responder: "-No te preocupes, Tomás. Estamos encantados de recibirte en nuestro hogar.
¿Te gustaría explorarlo con nosotros?"Tomás aceptó emocionado y juntos comenzaron a recorrer los intrincados pasadizos subterráneos. Descubrieron una gran sala llena de semillas y frutas que los ratones habían recolectado para el invierno. También encontraron una biblioteca donde se guardaban libros llenos de historias y conocimientos.
Poco a poco, el resto de los animales del jardín fueron enterándose de la existencia del escondite subterráneo. Se sorprendieron al principio, pero luego se dieron cuenta de que todos ellos compartían un mismo hogar y podían vivir en armonía.
Así fue como Anita, Pablo y muchos otros animales empezaron a visitar regularmente el escondite subterráneo. Juntos, construyeron puentes entre el jardín y el mundo subterráneo para facilitar su comunicación e interacción.
El jardín se convirtió en un lugar aún más especial gracias a la amistad entre todos sus habitantes. Aprendieron unos de otros, compartieron experiencias y ayudaron cuando alguien lo necesitaba.
Y así fue como los animalitos del jardín descubrieron que la diversidad no tiene por qué ser motivo de temor o rechazo, sino una oportunidad para aprender, crecer y disfrutar juntos de la belleza que les rodeaba.
Desde aquel día, cada vez que alguien veía un hoyo en el suelo o un nido revuelto sabía que era solo parte del juego entre amigos: los animalitos del jardín nunca dejaron de sorprenderse ni de aprender unos de otros. Y así, vivieron felices y en armonía para siempre. .
FIN.