El jardín mágico de Ana
Había una vez un jardín de infantes muy especial, donde la magia y la creatividad siempre estaban presentes.
La maestra Ana era una mujer muy apasionada por las artes visuales y siempre buscaba nuevas formas de despertar la imaginación de sus pequeños alumnos. Un día, mientras preparaba la sala para una experiencia única, se le ocurrió utilizar temperas flúor y luces violetas. Sabía que esto crearía un ambiente mágico y lleno de colores brillantes que los niños amarían.
La noche anterior a la actividad, Ana trabajó duro para transformar el salón en un lugar maravilloso. Colocó luces violetas en todas las esquinas, asegurándose de que iluminaran suavemente cada rincón.
Luego, dispuso mesas con hojas blancas y pinceles junto a frascos repletos de temperas flúor. Al llegar al jardín de infantes al día siguiente, los niños no podían creer lo que veían.
Sus ojos se abrieron como platos cuando entraron en la sala llena de luz violeta y colores vibrantes. "¡Wow! ¡Miren qué hermoso!", exclamó Sofi emocionada. "Es como entrar a otro mundo", dijo Nico con asombro. Ana les explicó que esa mañana experimentarían con las temperas flúor para crear cuadros llenos de vida.
Les enseñó cómo mojar los pinceles en los frascos y luego pintar sobre el papel blanco. Los niños seguían sus instrucciones con entusiasmo, mezclando diferentes colores y dejando volar su imaginación.
Pronto, cada niño tenía su propio cuadro lleno de colores brillantes y formas divertidas. La sala se convirtió en una galería de arte, donde cada obra era única y especial.
Mientras los niños pintaban, Ana les contó una historia mágica sobre un mundo donde todos los colores vivían juntos en armonía. Les habló de la importancia de la creatividad y cómo cada uno de ellos podía expresarse a través del arte. "¿Sabían que el color violeta representa la creatividad y la imaginación?", preguntó Ana.
Los niños asintieron con curiosidad, ansiosos por aprender más. "Hoy, al pintar con las temperas flúor y las luces violetas, estamos invitando a nuestra creatividad a salir y jugar", explicó Ana sonriendo.
Los niños estaban fascinados por todo lo que estaban aprendiendo ese día. Sentían que sus corazones se llenaban de alegría mientras jugaban con los colores y dejaban volar su imaginación sin límites.
Al finalizar la actividad, Ana reunió a todos los niños alrededor de una gran mesa para admirar sus obras maestras. Cada cuadro reflejaba la personalidad única de cada niño y había algo especial en cada uno. "¡Son increíbles!", exclamó Ana emocionada. "Cada uno de ustedes ha creado algo único y hermoso".
Los niños sonrieron orgullosos mientras observaban sus creaciones. Sabían que habían descubierto un nuevo mundo dentro de sí mismos gracias a las temperas flúor y las luces violetas.
Ese día, el jardín de infantes se llenó no solo con colores brillantes, sino también con risas, alegría y un sentido de libertad creativa. Los niños aprendieron que no hay límites en el arte y que su imaginación puede llevarlos a lugares mágicos.
Y así, gracias a la maestra Ana y su maravillosa idea de usar temperas flúor y luces violetas, aquel jardín de infantes se convirtió en un lugar donde los sueños se hacían realidad a través del arte.
FIN.