El Jardín Mágico de Candela
En un lugar mágico, donde los colores brillaban más intensamente y las flores cantaban, vivía una niña de cinco años llamada Candela. Su risa era contagiosa y siempre tenía una respuesta rápida y llena de alegría. Pero un día, Candela comenzó a sentirse un poco diferente. No podía ir al jardín de infantes y eso la hacía muy triste.
"¿Por qué no puedo jugar con mis amigos?" - se preguntaba con lágrimas en los ojos.
Fue entonces que su mamá, una mujer llena de imaginación y cariño, decidió que debían encontrar una forma para que Candela no se sintiera sola ni extrañara a sus amigos.
"Vamos a crear un Jardín Mágico en casa, ¿qué te parece?" - le dijo su mamá con una gran sonrisa.
Candela se animó al escuchar esas palabras. Juntas comenzaron a llenar el patio de su casa con flores de colores vibrantes. Cada una de ellas representaba a un amigo o amiga del jardín de infantes.
"Esta flor violeta es como la risa de Sofía, y esa amarilla como la de Lucas" - dijo Candela mientras cada hoja se plantaba con amor y cariño.
Un día, mientras estaban trabajando en su jardín mágico, su mamá tuvo una idea brillante.
"Candela, ¿qué pasaría si pudiéramos invitar a tus amigos a venir a jugar aquí?" - sugirió.
Sus ojos brillaron.
"¿De verdad?" - preguntó.
"Por supuesto. ¡Vamos a organizar un día de juegos en nuestro Jardín Mágico!" - respondió su mamá con entusiasmo.
Los días pasaron rápido y Candela se sintió más emocionada que nunca. Todo el barrio sabía sobre el Jardín Mágico y los niños no podían esperar para visitarlo. Cuando llegó el gran día, el aire estaba lleno de risas y emoción. Con globos de colores y una mesa repleta de galletitas, Candela esperó a que sus amigos llegaran.
"¡Sorpresa!" - gritaron todos a una sola voz al ver a Candela entre flores que representaban su amistad.
Candela reía tan fuerte que el eco de su alegría llenó el jardín. Sus amigos no solo habían traído regalos y dulces, sino también juegos. Crearon un concurso de carreras con cucharas y pelotitas, y hasta un desfile de colores donde cada uno lucía un sombrero hecho a mano.
"Candela, tu jardín es el más bello del mundo" - exclamó Lucas mientras corría con su sombrero de papel.
"¡Gracias! Pero son las flores que ustedes trajeron las que lo hacen mágico!" - respondió Candela, sintiéndose feliz.
A medida que el día avanzaba, la tristeza que había sentido desapareció. Aunque no estaba en el jardín de infantes, se dio cuenta de que sus amigos estaban allí con ella, disfrutando de cada momento.
"Aún así los extraño un poco..." - indicó Candela de repente.
Su mamá, que siempre estaba a su lado, le abrazó con ternura.
"Es normal extrañar a los que amamos, pero recuerda que siempre podemos crear momentos especiales juntos. Podemos hacer videollamadas y preparar sorpresas. La distancia no puede frenar nuestra amistad."
Candela sonrió al escuchar a su mamá. Con cada flor que plantaron juntos, y cada momento compartido, su Jardín Mágico se convirtió en un lugar especial, lleno de amor y amistad.
Esa noche, mientras se acomodaba para dormir, Candela miró la luna brillar desde su ventana y a través de su corazón entendió que lo importante era que, a pesar de los cambios, la magia verdadera siempre estaba en las risas y en los lazos que creaba con su familia y amigos.
Y así, con el tiempo, Candela transformó su tristeza en risas, abrazando cada momento y aprendiendo que, aunque no pudiera ir a la escuela, su jardín estaba lleno de amor y aventuras mágicas que nunca acabarían.
FIN.