El Jardín Mágico de Cristel, Iván y Miguel
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Florilandia, donde vivían tres amigos inseparables: Cristel, Iván y Miguel. Estos tres siempre estaban en busca de aventuras. Un día, mientras jugaban en el parque, Cristel notó algo brillante entre la hierba.
- ¡Miren eso! - exclamó Cristel, señalando una extraña semilla dorada.
- ¿Qué será? - preguntó Iván, acercándose con curiosidad.
- ¡Vamos a plantarla! - sugirió Miguel entusiasmado.
Sin pensarlo dos veces, los tres se apresuraron hacia el jardín comunitario del pueblo. Allí, comenzaron a cavar un pequeño hoyo y colocaron la semilla dorada, cubriéndola cuidadosamente con tierra. Cristel les recitó una rima alegre mientras plantaban.
- Crece, crece, semilla dorada, un jardín mágico será tu morada.
Pasaron los días y, para asombro de los tres amigos, al séptimo día, la semilla comenzó a brotar. Pero no era una planta cualquiera; de su tallo surgieron flores de colores vibrantes que parecían bailar con el viento.
- ¡Increíble! - gritó Iván, observando cómo las flores se movían al compás de la música de la naturaleza.
- ¡Yo quiero tener una de esas en mi casa! - dijo Miguel emocionado.
Pero rápidamente se dieron cuenta de que no solo era hermosa, sino que también atraía a muchos animales. De pronto, un grupo de mariposas de colores revoloteaba alrededor, y un pajarito se posó en una de las ramas.
- Estos amigos también quieren disfrutar de nuestra planta - comentó Cristel con una sonrisa.
Sin embargo, un día, la planta comenzó a marchitarse. Las flores ya no eran tan brillantes, y los amigos se sintieron tristes.
- ¿Qué podremos hacer? - se preguntó Iván, preocupado.
- Tal vez necesite más agua. Vamos a darle un poquito - sugirió Miguel.
Fueron a buscar una regadera y le dieron agua, pero la planta seguía débil. Entonces, Cristel tuvo una idea.
- ¡Quizás necesita más amor! - exclamó.
Los tres amigos se sentaron alrededor de la planta, contándole historias sobre sus aventuras pasadas. Le hablaron sobre lo divertida que había sido la búsqueda de la semilla y lo mucho que la querían. Lentamente, las flores comenzaron a recuperar su color y brillo.
- ¡Miren! - gritó Iván, señalando cómo las flores se hacían más vibrantes.
- ¡Es cierto! - afirmó Miguel. - ¡Nuestra planta responde a nuestro cariño!
Desde ese día, Cristel, Iván y Miguel visitaban diariamente el jardín, hablándole a la planta, cantando canciones y cuidando de sus nuevas amigas las mariposas y el pajarito. Pronto, otros niños del pueblo se unieron a ellos, creando un verdadero club de jardinería.
Y así, el jardín de la semilla dorada se convirtió en un lugar mágico donde no solo florecían plantas, sino también amistades y risas. Aprendieron que al igual que las plantas, las amistades requieren cuidado, atención y mucho amor.
Con el tiempo, la planta se hizo tan grande que llenó el jardín con sus hermosas flores, convirtiéndose en el orgullo de Florilandia. Y los tres amigos, Cristel, Iván y Miguel, nunca olvidaron la lección que aprendieron: las cosas más especiales crecen mejor con amor.
- ¡Viva el jardín mágico! - celebraron al unísono un día soleado, rodeados de amigos, flores, mariposas y risas. Y así, su amistad se volvió tan hermosa como el jardín que habían creado juntos.
FIN.