El Jardín Mágico de Flor



Era un hermoso día soleado en el pequeño pueblo de Las Flores. Todos los niños estaban ansiosos por participar de la gran celebración anual en la plaza central, donde se llevaría a cabo el Festival de las Flores. Pero en el bosque cercano, había una bruja llamada Olinda, que a pesar de su temible fama, en el fondo solo quería tener amigos y disfrutar de la fiesta.

Olinda había estado trabajando en un hechizo mágico para atraer la alegría del festival hacia su hogar. Aquel día, mientras buscaba ingredientes en su jardín, se encontró con una pequeña flor de colores brillantes, la cual la sorprendió. La flor, que podía hablar, se llamaba Lila.

"Hola, Olinda. No tengas miedo, soy solo una flor mágica. Puedo ayudarte a hacer tu hechizo, pero necesito algo a cambio."

La bruja, intrigada, le preguntó sobre lo que quería.

"Quiero conocer el mundo fuera de este jardín. No puedo salir sola, pero con tu magia podría hacerlo."

Olinda se sintió conmovida por el deseo de Lila de ser parte del mundo. Acordaron trabajar juntas: Olinda usaría su magia para llevar a Lila a la celebración, y en retorno, Lila ayudaría a Olinda a hacer el hechizo perfecto.

Cuando llegó el día de la fiesta, Olinda y Lila se prepararon. Olinda se puso un sombrero de flores y agitó su varita mágica mientras recitaba un encantamiento. Pero algo salió mal; en vez de crear un hermoso espectáculo de luces, un pequeño tornado de pétalos se formó y comenzó a girar.

"¡Oh no!" gritó Olinda, asustada.

"¡Rápido, usemos la magia de la amistad!" exclamó Lila.

Olinda recordaba lo que había aprendido de los libros: la magia más poderosa era aquella que se generaba con amor y bondad. Así que, en lugar de entrar en pánico, decidió concentrarse y pensar en lo feliz que sería ver a los niños del pueblo disfrutando de la fiesta.

Las flores que llevaban consigo comenzaron a brillar con intensidad, y justo en ese momento, la bruja y la flor unieron sus fuerzas. El tornado se transformó en una brillante lluvia de estrellas que cubrió toda la plaza.

La gente, asombrada, salió de sus casas y miró hacia el cielo. Los niños comenzaron a reír y a bailar, ya que la lluvia de luces llenaba el ambiente de felicidad.

"¡Mirá, Olinda! ¡Está funcionando!" exclamó Lila.

Al ver a todos disfrutando, Olinda sonrió. Se sintió bien al haber traído alegría, pero también sabía que la verdadera felicidad estaba en compartir esos momentos con otros.

Finalmente, cuando terminó el espectáculo, los habitantes del pueblo decidieron buscar a la bruja para agradecerle. Olinda y Lila se escondieron tras un árbol, pero un niño llamado Julián se adelantó.

"¡Olinda! Gracias por la magia, ¿por qué no te unes a la fiesta?"

Olinda, sorprendida por la invitación, dudó por un momento. Pero luego, la alegría en la voz de Julián hizo que se animara.

"¿De verdad? ¿Crees que querrían que una bruja estuviera en la fiesta?" preguntó Olinda con timidez.

"¡Por supuesto! ¡La magia es mejor cuando se comparte con amigos!" respondió Julián.

Así que, con el apoyo de Lila y la sonrisa de los niños, Olinda decidió aventurarse a la celebración. Allí, todos la recibieron con los brazos abiertos. Al final de la fiesta, Olinda había hecho nuevos amigos y prometió que nunca más haría magia sola, pues había descubierto que la verdadera magia se encuentra en la amistad y la alegría que podemos compartir.

El festival de Las Flores no solo celebró la belleza del jardín, sino también la valentía de ser diferente y la importancia de la inclusión. Desde ese día, Olinda se convirtió en la bruja más querida de Las Flores y siempre, junto con Lila, hacía nuevos hechizos para alegrar el pueblo en cada festival.

Y así, cada año, el pueblo celebraba la amistad, la magia y la alegría, recordando que a veces, las cosas más mágicas suceden cuando se une el corazón de todos.

FIN.

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