El jardín mágico de la conejita


Había una vez una conejita llamada Canela, a quien le encantaba recorrer el bosque y saltar de un lado a otro. Un día, mientras jugaba, vio una sombra que parecía perseguirla. Sorprendida, Canela dio un gran salto y, para su alivio, fue solo su sombra que la había asustado. Justo en ese momento, un conejito despeinado llamado Pancho apareció.

- ¡Hola! Soy Pancho, ¿cómo estás? -saludó el conejito despeinado.

Canela, aliviada de no estar sola, le devolvió el saludo con alegría. Pancho le explicó que necesitaba agua para sus plantas, ya que se estaban secando por la falta de lluvia. Canela recordó que en su casa tenía un gran jardín con mucha agua, ya que estaba justo al lado de un riachuelo.

- ¡Tengo mucha agua en mi casa! ¡Te ayudaré con gusto, Pancho! -exclamó Canela emocionada.

Ambos conejitos se dirigieron hacia la casa de Canela, y en el camino, Pancho le contó a Canela sobre el Jardín Mágico, un lugar especial donde cada planta tenía superpoderes diferentes. Canela no podía creerlo y, a medida que caminaban, su curiosidad crecía.

Al llegar al jardín, Canela quedó maravillada. Había flores que brillaban en la oscuridad, árboles que crecían frutas con sabores sorprendentes y plantas que cantaban alegremente. Pancho le explicó que cada planta del Jardín Mágico podía compartir su magia con quienes las cuidaran con amor.

Canela y Pancho comenzaron a regar las plantas con el agua de la conejita, quienes agradecidas comenzaron a brillar con más intensidad. De repente, una de las flores se acercó a Canela y le regaló una semilla especial.

- Esta semilla te traerá suerte y alegría. Plántala con amor y verás lo que sucede -dijo la flor mágica.

Emocionada, Canela guardó la semilla en su bolsillo. Después de un rato, las plantas estaban radiantes y felices.

- ¡Gracias por tu ayuda, Canela! Sin duda, eres una gran amiga, y el Jardín Mágico siempre estará abierto para ti -dijo Pancho emocionado.

Con una sonrisa en el rostro, Canela se despidió de Pancho, prometiéndole regresar pronto al Jardín Mágico. De regreso a casa, sembró la semilla que le regaló la flor mágica. Días después, brotó una hermosa planta con flores que alegraban a todos los animales del bosque.

Desde entonces, la conejita Canela cuidó su jardín con amor, compartiendo la magia de las plantas con quienes la rodeaban y recordando siempre la importancia de ayudar a los demás.

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