El Jardín Mágico de la Escuela



Era un hermoso día de primavera en la Escuela del Arco Iris. Los rayos del sol brillaban sobre el patio del jardín, llenándolo de colores vibrantes. Los niños, ansiosos por salir, se apuraban hacia afuera con sus maestras, las Seños Laura y Ana, quienes siempre les enseñaban el valor de la naturaleza.

"¡Vamos a ver cómo está nuestro jardín!", exclamó la Seño Laura.

Los chicos corrieron hacia el patio, pero al llegar se encontraron con una sorpresa: algunas plantas estaban secas y el lugar tenía papeles y latas tiradas.

"¡Oh no! El jardín está sucio y descuidado!", dijo Lucas, mirando preocupado las hojas marchitas.

"¿Qué podremos hacer?", preguntó Sofía, mirando a su alrededor.

La Seño Ana sonrió y dijo:

"Creo que tenemos un trabajo muy importante por delante. Hoy, ¡convertiremos esto en nuestro jardín mágico!"

Los niños miraron a la Seño Ana con asombro.

"¿Un jardín mágico?", preguntó Tomás, frotándose los ojos.

"Sí, cada uno de nosotros puede ayudar a que florezca de nuevo. Primero, necesitamos limpiar este lugar", explicó la Seño Ana.

"Vamos a dividirnos en equipos", sugirió la Seño Laura.

Rápidamente, los alumnos se organizaron. Algunos empezaron a recoger la basura mientras otros se dedicaban a regar las plantas.

"¿Sabían que las plantas también sienten?", preguntó la Seño Ana mientras los niños trabajaban.

"¡No!", exclamó Clara, con los ojos bien abiertos.

"Sí! Por eso es importante cuidarlas. Debemos hablarles con cariño y asegurarnos de que tengan el agua que necesitan para crecer", explicó la Seño Ana.

Los chicos comenzaron a hablarle a las plantas mientras las regaban:

"Crece fuerte, plantita", decía Lucas.

"¡Te queremos mucho!", añadía Sofía.

Mientras tanto, el jardín comenzaba a tomar forma. Las risas resonaban y el trabajo en equipo se sentía en el aire. Pero cuando pensaron que todo iba bien, Clara gritó:

"¡Chicos! ¡Hay una pequeña mariquita atrapada en una telaraña!"

Los niños se acercaron corriendo al lugar. Allí, una mariquita luchaba por liberarse de la telaraña.

"¿Qué haremos?", preguntó Tomás muy muy preocupado.

"¡Ayudémosla!", respondió Sofía decidida.

Con mucho cuidado, los niños sedispusieron a liberar a la mariquita.

"¡Con delicadeza! No la lastimemos", dijo Lucas, mientras se acercaba.

Finalmente, después de un par de intentos, lograron liberar a la mariquita.

"¡Lo logramos! ¡Eres libre, amiga!", gritaron todos, celebrando con alegría.

La mariquita voló en círculos alrededor de ellos antes de alejarse hacia el cielo azul.

"Eso fue genial", dijo Tomás.

"¡Ayudamos a una pequeña criatura!", sonrió Clara, feliz.

Tras terminar de limpiar el jardín, los niños miraron su trabajo. Las plantas parecían más radiantes y el patio estaba limpio y ordenado.

"¡Hemos hecho un gran trabajo!", exclamó la Seño Laura.

"Sí, ¡nuestro jardín es realmente mágico!", agregó Sofía emocionada.

"Y lo mejor es que aprendimos a cuidar de él juntos", dijo Lucas, orgulloso.

Justo en ese momento, llegó un grupo de mariposas que danzaron sobre el jardín como si también celebraran la magia del lugar.

"¡Miren! Las mariposas vienen a visitarnos", gritó Clara con felicidad.

Y así, ese día, los niños aprendieron que el trabajo en equipo y el amor por la naturaleza podían convertir cualquier rincón en un lugar mágico y especial. El jardín ya no era solo un patio; ¡ahora era un Jardín Mágico que ellos cuidaban y amaban, un lugar que siempre recordarán!

Desde entonces, todos los días, los niños se esforzaban por mantener su jardín limpio y lleno de vida. Y cada vez que veían a la pequeña mariquita, sonreían y recordaban la magia de aquel día especial.

FIN.

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