El jardín mágico de Lía



En un pequeño pueblo, había una niña llamada Lía que adoraba las plantas. Cada vez que pasaba por el jardín de su abuela, se maravillaba de cómo florecían en mil colores. Un día, decidió que quería tener su propio jardín.

"Abuela, ¿puedo tener mi propio jardín?" - preguntó Lía con ojos brillantes.

"Por supuesto, querida, pero necesitarás aprender sobre la germinación y qué necesitan las plantas para crecer" - respondió su abuela con una sonrisa.

Esa tarde, Lía se sentó con su abuela en el viejo porche, donde las plantas se mecían suavemente bajo el sol.

"¿Sabés qué es la germinación?" - le preguntó la abuela.

"No, ¿qué es?" - contestó Lía curiosa.

"Es el proceso que empieza cuando una semillita se transforma en una planta. Necesita agua, aire, sol y tierra para crecer sanita" - explicó la abuela.

Lía decidió que iba a plantar algunas semillas de girasol. Corrió al cobertizo y buscó una caja de madera vacía, un poco de tierra y unas semillas que había recogido del jardín de su abuela. Empezó a preparar su pequeño huerto.

"Primero, hay que llenar la caja con tierra" - se dijo Lía mientras esparcía la tierra.

Con el corazón lleno de emoción, Lía plantó las semillas y las regó con cuidado.

"¡Ojalá crezcan pronto!" - exclamó, ansiosa.

Pasaron los días y Lía se despertaba cada mañana con la esperanza de ver pequeñas plantitas asomando. Sin embargo, después de una semana, no había señales de vida.

"Abuela, creo que he hecho algo mal, no crecen" - dijo con tristeza.

"Tranquila, Lía. A veces las plantas tardan un poco más en germinar. También debés asegurarte de que tengan suficiente luz y agua" - la alentó su abuela.

Lía decidió investigar más sobre lo que necesitaban sus semillas. Aprendió sobre la importancia del sol, el agua, y cómo las raíces se alimentan de la tierra.

Un día, mientras estaba regando las semillas, se dio cuenta de que estaba regando demasiado y que la tierra estaba empapada.

"¡Oh no! No estoy haciendo las cosas bien!" - exclamó.

"No te preocupes, Lía. Aprender es una parte importante del proceso" - le recordó su abuela.

Con renovado ánimo, Lía empezó a ser más cuidadosa. Cambió sus hábitos de riego y eligió un lugar más soleado. Después de un par de días, ¡sorpresa!"¡Mira, abuela! ¡Están brotando!" - gritó Lía mientras corría hacia su jardín.

Sus primeros brotes amarillos y verdes salían de la tierra.

"¡Eso es! Tu paciencia y cuidado han dado resultado. Ahora solo necesitas seguir cuidándolas" - dijo la abuela, orgullosa.

A medida que pasaban las semanas, los girasoles fueron creciendo y Lía no podía estar más feliz. Era increíble ver cómo sus esfuerzos estaban dando frutos. Sin embargo, un día un viento fuerte empezó a soplar y Lía se preocupó.

"¡Abuela, mis plantas pueden caerse!" - gritó Lía.

"Podés ayudarlas haciendo una pequeña protección con unas cañas de bambú o con piedras" - le aconsejó su abuela.

Lía, valiente, corrió a buscar unas cañas y las colocó alrededor de sus girasoles para protegerlas. Con el tiempo, los girasoles se hicieron más fuertes y altos, hasta que un día, Lía miró hacia arriba y vio su jardín lleno de girasoles en plena floración.

"¡Mirá, abuela! ¡Son tan altos como yo!" - exclamó alegremente.

"Así es, mi amor. Lo que has hecho aquí es mágico. Te has convertido en una verdadera jardinera" - respondió su abuela, abrazándola.

Lía sonrió y pensó en lo que había aprendido: la importancia de cuidar, tener paciencia y nunca rendirse. Y así, en su pequeño jardín mágico, florecieron no solo hermosos girasoles, sino también su amor por las plantas y la naturaleza.

FIN.

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