El Jardín Mágico de Luna
Había una vez, en un pequeño pueblito, una niña llamada Luna que amaba las flores. Tenía un jardín lleno de colores: rosas rojas, girasoles amarillos y violetas azules. Cada mañana, se levantaba para regar sus plantas y hablar con ellas. "Hola, hermosas flores. Hoy será un día encantador." Les decía con entusiasmo.
Un día, mientras paseaba por el bosque, Luna se encontró con una mariposa gigante. Tenía alas de todos los colores del arcoíris y parecía triste.
"¿Por qué estás tan triste, pequeña mariposa?" preguntó Luna.
"He perdido mis alas mágicas y no puedo volar. Necesito encontrar tres esencias para recuperarlas: la risa de una niña, la canción del viento y el brillo de una estrella."
Luna decidió ayudar a la mariposa. "Yo te ayudaré a encontrar lo que necesitas."
Primero, fueron a buscar la risa de una niña. En el parque, vieron a un grupo de niños jugando. Luna se acercó y les dijo:
"Chicos, ¿pueden reírse bien fuerte para ayudar a esta mariposa?"
Y así, todos comenzaron a reír y su risa resonó por todo el parque. La mariposa sonrió. "¡Eso es perfecto!"
Luego, se adentraron en el bosque para escuchar la canción del viento. Luna se sentó bajo un árbol y cerró los ojos. El viento empezaba a soplar y hacía bailar las hojas.
"Eso suena hermoso, mariposa. ¿Es eso lo que buscas?"
"Sí, eso es. ¡Gracias!" Dijo la mariposa.
Finalmente, debían encontrar el brillo de una estrella. Era de noche y Luna miró al cielo. "¡Mirá cuántas estrellas hay!"
La mariposa comenzó a reunir un poco del brillo de las estrellas con sus manos mágicas.
"Ahora solo falta unir todo y mis alas volverán a ser mágicas. ¿Pueden ayudarme?"
Luna y la mariposa mezclaron la risa, la canción del viento y el brillo de las estrellas en un pequeño frasco que la mariposa llevaba.
"¡Gracias Luna! Ahora puedo volver a volar. Pero antes quiero darte un regalo. Cada vez que riegues tus flores, las mariposas vendrán a visitarte. ¡Siempre tendrás un rincón mágico en tu jardín!"
Con un movimiento de sus alas, la mariposa alzó el vuelo y desapareció en la noche, dejando una estela de colores.
Luna volvió a su jardín y, desde ese día, todas las mariposas comenzaron a visitar sus flores. Y así, cada día era una nueva aventura llena de risas, colores y amistad. Luna aprendió que ayudar a otros es lo mejor que se puede hacer y que la alegría y la magia se multiplican cuando compartimos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.