El Jardín Mágico de Luna y Martín
Era un día soleado y Martín decidió salir a jugar al jardín de su abuela. Allí, entre las flores coloridas y los árboles frondosos, conoció a Luna, una perra de pelaje dorado que parecía estar muy feliz.
- ¡Hola! -dijo Martín, acercándose lentamente a ella- ¿Quieres jugar conmigo?
Luna movió la cola emocionada y saltó al frente.
- ¡Guau! -respondió la perra, asintiendo- ¡Claro que sí! Yo amo jugar.
Martín sonrió y comenzaron a correr por el jardín, persiguiéndose entre las flores. De repente, mientras jugaban, escucharon un extraño ruido detrás de un arbusto.
- ¿Qué fue eso? -preguntó Martín, un poco asustado.
- No lo sé, pero podríamos descubrirlo juntos -dijo Luna, con la valentía de una gran exploradora.
Los dos amigos se acercaron despacio al arbusto. Al empujarlo con el hocico, Luna encontró un pequeño conejito atrapado.
- ¡Mirá! -exclamó Martín- ¡Pobrecito! Debemos ayudarlo.
- Sí, es nuestra obligación como amigos -dijo Luna.
Martín, usando mucho cuidado, liberó al conejito. Este, agradecido, les sonrió y dijo:
- ¡Gracias! No sé qué habría hecho sin ustedes.
Luna meneó su cola con alegría.
- ¡Nosotros siempre ayudamos a quienes lo necesitan! -dijo.
- ¿Te gustaría jugar con nosotros? -preguntó Martín al conejito.
- Me encantaría, pero debo volver a mi hogar antes de que anochezca -respondió.
Los dos amigos miraron al conejito y se sintieron un poco tristes por su partida. Pero, de repente, Martín tuvo una idea.
- ¡Espérame un momento! -dijo, corriendo hacia su mochila.
Sacó una pequeña caja de colores y un cuaderno.
- ¿Por qué no dibujamos juntos? Así siempre podremos recordar este momento -propuso.
Luna y el conejito se emocionaron y se sentaron alrededor de Martín. Juntos comenzaron a dibujar su aventura, llenando las páginas de risas y colores.
Cuando terminaron, el conejito miró su dibujo con satisfacción.
- ¡Es hermoso! Gracias por esta experiencia. ¡La llevaré siempre conmigo!
- ¡Esperá! -dijo Martín, y le dio un lápiz y una hoja al conejo- Así podrás dibujar cuando quieras recordar el jardín.
- ¡Muchas gracias! -dijo el conejito, emocionado.
Después de una cálida despedida, el conejito se marchó saltando feliz. Luna se quedó junto a Martín, llena de energía y lista para más aventuras.
- ¡Demostraste que ser valiente y ayudar a otros es lo mejor! -dijo Luna, moviendo la cola.
- Sí, y también que la amistad se puede fortalecer en los momentos más inesperados -respondió Martín, sonriendo.
Al caer la tarde, Martín y Luna jugaron hasta que el sol se escondió detrás de las montañas.
- Si te quedás un rato más, podría dibujar otra historia -le propuso Martín a Luna.
- ¡Me encantaría! -dijo ella con entusiasmo.
Martín sacó otra hoja y, con sus lápices, comenzó a dibujar la historia de ellos dos en el jardín mágico, que pronto se convirtió en un lugar muy especial, lleno de amigos y aventuras que siempre recordarían.
- Siempre recuerda, Martín, que ayudar y hacer amigos es lo que hace que los días sean especiales -dijo Luna mientras Martín coloreaba su dibujo.
- Sí, Luna. ¡Este jardín es un lugar mágico gracias a la amistad! -respondió Martín, sintiéndose feliz por todo lo que habían compartido.
Y así, entre risas, colores y historias, Luna y Martín continuaron disfrutando de su mágico jardín, sabiendo que siempre habría nuevas aventuras esperando.
FIN.