El jardín mágico de Margarita y Violeta


Había una vez en el tranquilo jardín de la señora Rosa, un grupo de plantitas muy curiosas y amigables. Entre ellas se encontraban Margarita y Violeta, dos flores muy especiales que siempre estaban juntas.

Un día, mientras disfrutaban del cálido sol de la mañana, Margarita le preguntó a Violeta: "¿Sabes cómo nacemos las flores? Siempre he tenido esa duda". Violeta sonrió y respondió: "Nosotras somos diferentes a los animales. Nos reproducimos de una manera llamada mitosis.

En lugar de tener progenitores como los seres vivos que tienen mamá y papá, nosotras simplemente nos dividimos en dos".

Margarita miró confundida a su amiga y preguntó: "¿Qué significa eso?"Violeta explicó pacientemente: "Cuando llegamos al momento adecuado para reproducirnos, nuestras células se dividen en dos partes iguales. Cada parte se convierte en una nueva planta igual a nosotras".

Margarita asimilaba toda la información pero aún tenía más preguntas: "Entonces, ¿cómo podemos crecer si no tenemos mamás ni papás?"Violeta sonrió nuevamente y dijo: "No necesitamos tener mamás o papás para crecer porque somos capaces de cuidarnos por sí mismas. Absorbemos los nutrientes del suelo, tomamos agua del riego y utilizamos la energía del sol para alimentarnos".

Mientras tanto, en otra parte del jardín había un pequeño árbol llamado Benito que observaba con curiosidad a las florecitas conversar. Se acercó tímidamente y les preguntó: "Disculpen, ¿puedo unirme a su conversación? Me intriga mucho cómo ustedes se reproducen".

Margarita y Violeta le dieron la bienvenida al árbol y explicaron nuevamente el proceso de mitosis. Benito escuchaba atentamente, pero algo le preocupaba.

"¿Y qué pasa si no pueden dividirse en dos?", preguntó Benito con una expresión preocupada en su rostro. Violeta miró a Margarita y luego respondió: "A veces, hay flores que no pueden reproducirse por sí mismas. Pero eso no significa que sean menos valiosas o importantes.

Afortunadamente, existen otros medios para ayudarlas a crecer y multiplicarse". Benito suspiró aliviado y dijo: "Eso es maravilloso. Cada ser vivo tiene su propia forma de reproducción, ¡y todas son especiales!"Margarita asintió emocionada y agregó: "Exacto, Benito.

La diversidad es lo que hace tan especial a nuestro jardín. Cada uno de nosotros tiene algo único para ofrecer". Desde ese día, Margarita, Violeta y Benito se convirtieron en grandes amigos.

Juntos aprendieron sobre la importancia de aceptar las diferencias entre los seres vivos y valorar la belleza de cada uno. Y así, gracias a esta amistad inspiradora e instructiva, el jardín de la señora Rosa se llenó de amor, respeto y comprensión hacia todos los seres vivos que lo habitaban.

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