El jardín mágico de María


Había una vez un hermoso jardín donde vivían unas mariposas de colores brillantes y un picaflor muy alegre.

El jardín era el lugar perfecto para que las mariposas revoloteasen entre las flores y el picaflor se alimentara del néctar dulce. Sin embargo, había una niña llamada María que siempre quería atrapar a las mariposas y perseguir al picaflor. No entendía que ellos también tenían derecho a disfrutar del jardín y vivir en paz.

María corría de un lado a otro, agitando sus brazos e intentando capturar a las lindas criaturas. Las mariposas estaban cansadas de huir constantemente y el picaflor estaba frustrado por no poder alimentarse tranquilamente.

Un día, mientras María perseguía a las mariposas con más fuerza que nunca, la madre de María salió al jardín. - ¡María! -exclamó su mamá-. ¿Qué estás haciendo? Deja en paz a esas pobres mariposas y al picaflor. Ellos también merecen disfrutar del jardín sin ser molestados.

María se detuvo sorprendida por la reprimenda de su mamá. Nunca antes había escuchado ese tono tan serio en su voz. - Pero mamá, solo quiero jugar con ellas -dijo María con tristeza en los ojos.

- Entiendo que quieras jugar, pero debes aprender a respetar la vida de los demás -respondió su mamá-. Las mariposas tienen derecho a volar libremente y el picaflor necesita alimentarse para sobrevivir.

Si los atrapas o los asustas, les estás quitando esa libertad y poniendo en peligro su vida. María comenzó a darse cuenta de lo que había estado haciendo sin pensar en las consecuencias.

Se sintió muy mal por haber perturbado la paz del jardín y lastimado a las mariposas y al picaflor. - Lo siento mucho, mamá -dijo María con voz temblorosa-. No volveré a molestar a las mariposas ni al picaflor. Me doy cuenta de lo importante que es respetarlos.

La madre de María sonrió y le acarició el cabello. - Eso me alegra escucharlo, María. Ahora ve y discúlpate con ellos. Aprende a disfrutar del jardín junto a ellos, observándolos sin interrumpir su rutina diaria.

María se acercó lentamente hacia donde estaban las mariposas y el picaflor. Las miró con ternura y les habló suavemente. - Perdonenme por haberlos molestado tanto -dijo María sinceramente-. A partir de ahora voy a cuidarlos y respetar su espacio en el jardín.

Las mariposas revolotearon cerca de María como si quisieran aceptar sus disculpas, mientras que el picaflor volvió confiado para beber del néctar de una flor cercana.

Desde aquel día, María aprendió una valiosa lección sobre la importancia del respeto hacia los demás seres vivos. Comenzó a disfrutar del jardín junto a las mariposas y el picaflor, aprendiendo de ellos sobre la belleza de la naturaleza y el equilibrio que se encuentra en cada ser vivo.

Y así, en el jardín de mamá reinó la paz y la armonía entre las mariposas, el picaflor y María. Juntos aprendieron a vivir en armonía, respetando los espacios y disfrutando de todo lo que les ofrecía aquel hermoso lugar.

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