El Jardín Mágico de María
Había una vez en un pequeño pueblo una niña llamada María. María era conocida por su alegría y su gran corazón. Siempre tenía una sonrisa en el rostro y un abrazo calido para compartir con quienes la rodeaban. Un día, mientras caminaba por el parque, se encontró con un lugar que nunca había visto antes: un jardín lleno de flores de todos los colores que bailaban al viento, creando una melodía armoniosa.
"¡Guau! ¿Qué lugar tan hermoso es este?" - exclamó María, con los ojos brillando de emoción.
Mientras exploraba el jardín, María se encontró con una mariposa mágica que brillaba como el sol.
"¡Hola, pequeña! Soy Aria, la guardiana de este jardín" - dijo la mariposa con una voz suave. "He estado esperando a alguien con un corazón puro como el tuyo para que me ayude a mantener la armonía en este lugar".
María, intrigada y emocionada, preguntó:
"¿Cómo puedo ayudar?"
"Las flores de este jardín son muy especiales y dependen del amor y la alegría de quienes lo cuidan. Necesitamos que las personas del pueblo vengan aquí, compartan risas y afecto, y así el jardín florecerá aún más" - explicó Aria.
María pensó por un momento y le dijo a la mariposa:
"Entonces, voy a invitar a todos mis amigos y familiares a venir a este jardín mágico. ¡No podemos dejar que se marchite!".
Sintiéndose emocionada, María se dirigió de inmediato a su casa y empezó a preparar un día especial para compartir con todos. Preparó invitaciones con dibujos de flores y mariposas y corrió por las calles del pueblo, llamando a los niños a unirse a ella.
"¡Chicos, vengan a mi casa! El sábado tendremos una fiesta en el jardín mágico. Tendremos juegos, risas y muchas sorpresas. ¡No falten!" - les dijo mientras distribuía las invitaciones.
El día de la fiesta llegó y el jardín se llenó de alegría. Los niños corrían por el césped, riendo y jugando. María los guió hacia el jardín mágico y les mostró las flores.
"¿Vieron qué hermosas son?" - dijo María, mientras todos los niños admiraban los colores vibrantes. "Cada rayo de sol y cada risa que compartimos ayudará a que crezcan aún más".
Pero de repente, un viento fuerte sopló y empezó a llevarse las flores del jardín. Todos los niños se alarmaron y comenzaron a perder la esperanza.
"¡No podemos dejar que las flores se vayan!" - gritó uno de los amigos de María, angustiado.
María, al ver la tristeza en sus rostros, tuvo una idea brillante.
"¡Vamos a unirnos y cantar! ¡Las flores aman la música y nuestra alegría!" - propuso con voz resuelta.
Los niños se miraron y, aunque algunos dudaban, decidieron seguir a María. Comenzaron a cantar una canción que habían aprendido en la escuela, llenando el aire con su melodía. Poco a poco, el viento comenzó a calmarse y las flores, al escuchar sus risas y su música, dejaron de tambalearse.
"¡Miren! ¡Las flores se están manteniendo firmes!" - exclamó Aria, que había estado observando desde una rama en el árbol. "¡Su amor y alegría son más fuertes que el viento!"
Todos los niños se llenaron de confianza y continuaron cantando y riendo. Mientras más gozaban, más brillaban las flores, llenándose de colores vibrantes como nunca antes.
Al final del día, María, junto a Aria y sus amigos, se sentaron en el jardín, cansados pero felices.
"Gracias, María, por enseñarnos lo importante que es compartir y cuidar de lo que amamos" - dijo uno de sus amigos.
"Todo se siente más bello cuando lo compartimos con nuestros seres queridos" - dijo María, con una sonrisa de satisfacción.
Así, el jardín mágico se convirtió en un lugar donde todos los días podían ir a disfrutar, compartir y celebrar su amistad. Desde entonces, el pueblo aprendió que la armonía, la alegría y el afecto son más poderosos cuando se comparten.
Y así, María, Aria y sus amigos vivieron felices, cuidando del jardín mágico y disfrutando siempre de la belleza de la amistad.
FIN.