El jardín mágico de Naira


Había una vez, en un pequeño pueblo nativo de Madre de Dios llamado Yacumama, donde reinaba el odio y la injusticia.

Las personas se trataban con desprecio y egoísmo, sin importarles el bienestar del prójimo ni el equilibrio con la madre naturaleza. En medio de este sombrío panorama, vivía Naira, una niña curiosa y valiente. A pesar de las dificultades que enfrentaba a diario, ella siempre mantenía viva la esperanza de un mundo mejor.

Naira creía firmemente en la fuerza transformadora de la naturaleza y sabía que debían aprender a vivir en armonía con ella. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano al pueblo, Naira encontró una planta mágica conocida como —"Amaranto" .

Esta planta tenía propiedades especiales que podían sanar los corazones heridos y devolver la paz a aquellos llenos de odio. Naira decidió llevar algunas semillas del Amaranto al pueblo para compartir esta bendición.

Al llegar al pueblo, Naira se dio cuenta de que no sería fácil convencer a las personas para que cambiaran sus actitudes negativas. Pero estaba decidida a intentarlo.

Comenzó plantando las semillas del Amaranto en lugares estratégicos: frente a las casas más conflictivas y cerca del río contaminado por los desechos humanos. Poco a poco, las semillas germinaron y florecieron en hermosas plantas cargadas de amor y compasión.

La gente comenzó a notar los cambios positivos que ocurrían a su alrededor: el aire se volvió más fresco, los animales regresaron al río y las sonrisas empezaron a asomarse tímidamente en los rostros de las personas. Un día, el líder del pueblo, Don Aurelio, se acercó a Naira con curiosidad.

"-¿Qué has hecho para traer tanta paz y felicidad a nuestro pueblo?", preguntó intrigado. Naira le explicó sobre el Amaranto y cómo su energía positiva estaba transformando la realidad. Don Aurelio, aunque inicialmente escéptico, decidió darle una oportunidad al Amaranto.

Plantó algunas semillas cerca de su hogar y pronto experimentó un cambio profundo en su corazón. Su odio se desvaneció gradualmente hasta que solo quedó amor y comprensión.

Con el tiempo, más personas del pueblo siguieron el ejemplo de Don Aurelio y también plantaron Amaranto en sus hogares. La comunidad comenzó a sanar desde adentro hacia afuera, dejando atrás la crueldad y la melancolía que habían prevalecido durante tanto tiempo.

El mensaje de Naira se extendió por todo Madre de Dios, inspirando a otros pueblos nativos a adoptar la misma idea del Amaranto como símbolo de amor y unidad.

Poco a poco, la sociedad injusta fue reemplazada por una nueva generación comprometida con el bienestar colectivo y la protección de la madre naturaleza. Y así fue como Yacumama pasó de ser un lugar oscuro lleno de odio e injusticia a convertirse en un refugio luminoso donde reinaba el amor y la armonía entre todos sus habitantes.

La historia de Naira nos enseña que incluso en los momentos más difíciles podemos encontrar esperanza y transformar nuestra realidad si tenemos fe en la fuerza de la naturaleza y el razonamiento humano.

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