El Jardín Mágico de Oliva



En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Oliva. Tenía un corazón puro y una curiosidad insaciable. Desde muy pequeña, soñaba con aventuras y misterios, pero había un lugar que todos en el pueblo parecían evitar: el Jardín Olvidado.

Un día, mientras exploraba cerca de la aldea, encontró una entrada cubierta de enredaderas. Al apartarlas, descubrió una puerta antigua, llena de polvo y telarañas. Oliva tomó una profunda respiración y empujó la puerta. ¡Creeeeak! El sonido resonó en el aire, haciendo que su corazón latiera con fuerza.

"Hola, ¿hay alguien aquí?"- gritó Oliva, sintiéndose un poco nerviosa.

A su sorpresa, una voz suave respondió:

"¡Hola! Soy Violeta, la guardiana de este jardín. Estoy feliz de que hayas venido."

Oliva miró a su alrededor y vio flores de colores brillantes, árboles de frutas exóticas y un cielo azul resplandeciente. Era un lugar mágico.

"¿Por qué este lugar está olvidado?"- preguntó Oliva.

"Los habitantes del pueblo han dejado de creer en la magia y la belleza. Aquí, en el Jardín Mágico, se encuentra la esencia de los sueños y la fantasía, pero necesita ser cuidada. Cada vez que alguien deja de soñar, una parte del jardín se marchita", explicó Violeta.

Oliva, decidida a ayudar, le prometió a Violeta que haría todo lo posible para devolverle la magia al pueblo. Juntas, comenzaron a revitalizar el jardín, sembrando semillas, regando las plantas y contándose historias llenas de sueños.

Un día, mientras trabajaban, dos niños del pueblo, Juan y Ana, escucharon risas provenientes del jardín. Curiosos, se acercaron y vieron a Oliva. Juan dijo:

"¿Qué haces aquí, Oliva? Este lugar es peligroso."

Oliva, con una sonrisa radiante, respondió:

"No es peligroso. ¡Es mágico! Vengan, necesito su ayuda."

Al principio, Juan y Ana dudaron, pero Oliva pudo ver la chispa de curiosidad en sus ojos. Finalmente se unieron a ella y Violeta, y pronto todos estaban trabajando en el jardín, riendo y jugando.

Mientras pasaban los días, el jardín comenzó a florecer. Todos los niños del pueblo se unieron, trayendo sus propios sueños y esperanzas. Pero había una sombra que empezaba a caer sobre el jardín: un joven llamado Pedro, que siempre había sido un escéptico, decidió que tenía que acabar con la magia del jardín.

"Esto no puede ser real. La magia no existe", murmuró Pedro mientras miraba desde las sombras.

Oliva, al notarlo, fue hacia él:

"¿Por qué no lo intentás? La magia está aquí porque todos creemos. ¿No querés probar?"-

Pedro, desafiado, se cruzó de brazos y respondió:

"No, eso es solo un cuento."

Pero al ver cómo sus amigos disfrutaban, comenzó a sentir algo dentro de él. Luchando con sus propios pensamientos, decidió acercarse. Al hacerlo, se encontró con una flor que nunca había visto: era brillante y parecía brillar con su propia luz.

"¿Ves? Todo lo que necesitas es un poco de fe en lo que no podés ver", dijo Violeta, sonriendo.

Finalmente, Pedro tomó la flor y sintió su calidez. Después de un rato, dejó escapar una risa tímida, como si un peso se hubiera levantado de sus hombros.

"Tal vez... tal vez hay algo de magia aquí después de todo."

A partir de entonces, Pedro se unió a ellos. El jardín floreció más que nunca y al mismo tiempo, el pueblo comenzó a cambiar. La gente empezó a salir, a compartir risas y sueños, y a revalorizar la magia de la vida.

Oliva, junto con sus amigos, continuó sembrando alegría y esperanza, y al final, el Jardín Mágico y el pueblo se unieron en una celebración de creatividad y unión.

La historia de Oliva se transmitió de generación en generación, recordando a todos la importancia de creer en sus sueños y cuidar la magia que reside en ellos.

Y así, el Jardín Olvidado nunca volvió a ser olvidado, siempre lleno de color y risas.

Fin.

FIN.

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