El Jardín Mágico de Samy
En un barrio alegre, donde las casas tenían colores brillantes y los niños jugaban en la plaza, vivía un pequeño llamado Samy. Samy tenía una forma especial de ver el mundo; todo era colorido y lleno de maravillas. Sin embargo, a veces sus amigos no entendían por qué hacía ciertas cosas. Un día, en la escuela, la maestra decidió que era hora de que todos conocieran un poquito más sobre su amigo Samy.
"Hoy vamos a aprender sobre la inclusión y la empatía", dijo la maestra Paula mientras sonreía.
"¿Qué es eso, Miss Paula?" preguntó Lucas, un chico muy curioso.
"Es entender y ayudar a los demás, incluso si son diferentes", explicó la maestra.
"¿Y Samy?" interrumpió Valen, recordando cómo a veces él jugaba solo en el recreo.
"Justamente, vamos a hablar de Samy. Él tiene una forma única de hacer las cosas, y eso lo hace especial".
Intrigados, todos los niños miraron a Samy, que estaba en la esquina del aula, pensando en las nubes.
"Samy, ¿quieres contarnos qué es lo que más te gusta hacer?" propuso Paula con gentileza.
"Me gusta dibujar mapas de tesoros escondidos", respondió Samy sonriendo.
"¿Mapas de tesoros?" exclamó Lila.
"Sí, en estos mapas hay pistas que nos llevan a aventuras. A veces me imagino que soy un pirata buscando tesoros".
Los ojos de sus compañeros brillaron con curiosidad. La maestra les propuso un juego: todos juntos harían un gran mapa de tesoros, donde cada uno aportaría una pista para encontrar un tesoro escondido en el patio de la escuela.
"¡Vamos a hacerlo!" gritaron todos entusiasmados. Se dividieron en grupos y comenzaron a colaborar, preguntando a Samy cómo hacer los mejores dibujos para el mapa.
Con la ayuda de Samy, los niños comenzaron a crear perlas de creatividad, dibujando ríos con crayones y montañas con plastilina.
"¡Miren esto!", exclamó Lila, mostrando un dragón hecho de cajas.
"Eso está genial. Pero, ¿cómo lo llevamos al mapa?" preguntó Nicolás.
"Podemos dibujar un camino que lo rodee. Samy, ¿qué opinas?"
"Me encanta la idea. Así hacemos que sea una aventura para todos en el patio".
Las horas pasaron volando y el mapa se llenó de ideas locas y divertidas. Para cuando terminó la clase, todos estaban ansiosos por compartirlo con el resto de la escuela. Al día siguiente organizaron una búsqueda del tesoro en el patio.
"¿Quién va a ser el pirata?" preguntó Julián.
"Yo puedo serlo, pero todos tenemos que seguir el mapa juntos" contestó Samy con una gran sonrisa.
"¡Es un plan!" gritaron todos.
Así fue como, el día de la búsqueda del tesoro, se sintieron más unidos que nunca. Cada pista que descubrían provocaba risas y gritos de alegría. Al final, encontraron una caja llena de stickers y golosinas.
"¡Lo logramos! ¡Felicidades, piratas!" exclamó Samy mientras todos se abrazaban y celebraban.
Desde aquel día, los niños no solo aprendieron sobre el valor de la inclusión sino que también se convirtieron en verdaderos amigos de Samy, comprendiendo que cada uno tiene un talento especial que aportar.
"Gracias por mostrarme lo divertido que puede ser tenerte como amigo, Samy", dijo Lucas.
"Gracias a ustedes por invitarme a jugar. Me hicieron sentir parte del tesoro".
Y así, juntos, los niños aprendieron sobre la empatía, la amistad, y cómo la magia de la inclusión puede despertar sueños y crear una aventura inolvidable.
FIN.