El Jardín Mágico de Sebastián
Era una noche estrellada y mágica en el vecindario. Sebastián, un niño lleno de energía e imaginación, estaba jugando en su jardín con un disfraz de superhéroe. Con su capa roja fluttering con el viento, se sentía invencible. De repente, su mamá lo llamó desde la casa:
"¡Sebastián! ¡Es hora de cenar!"
Sebastián, que había escapado de casa para jugar, se asustó. No quería irse, pero sabía que no podía hacer enojar a su mamá. Así que decidió esconderse en el jardín del vecino, donde había un montón de plantas y arbustos que podrían cubrirlo.
Mientras se agachaba detrás de un gran arbusto, comenzó a escuchar ruidos extraños. Sus ojos se abrieron como platos cuando vio una luz brillante que provenía de unas flores multicolores.
"¿Qué es eso?", murmuró Sebastián para sí mismo. Aprovechando su curiosidad, se escabulló hacia la fuente de la luz. Al acercarse, se dio cuenta de que las flores estaban iluminadas porque un pequeño grupo de luciérnagas estaba danzando entre ellas.
"¡Wow!", exclamó Sebastián, olvidando completamente su miedo. Se agachó y observó cómo las luciérnagas se movían alegremente. De repente, una de ellas voló cerca de su cara.
"¡Hola! Soy Lúmina.
Sabemos que estás escondido, pero no tienes que tener miedo. ¡Nos encanta la compañía!" dijo la luciérnaga.
Sebastián, sorprendido, respondió:
"¡Hola, Lúmina! Soy Sebastián. Estoy jugando a ser un superhéroe, pero... me escondí porque no quería irme a casa."
"¿Por qué?", preguntó Lúmina, parpadeando con su luz amarilla.
"Porque no quería que mi mamá se enojara!"
"¿Y no le has contado lo que estás haciendo? Muchas veces, hablarlo puede ayudar. Un superhéroe también debe ser valiente para enfrentar las situaciones".
Sebastián pensó en eso. Con el tiempo se dio cuenta de que a veces evitaba problemas en lugar de enfrentarlos. Lúmina y las luciérnagas comenzaron a volar en círculo a su alrededor, creando un espectáculo brillante.
"¿Sabes qué, Sebastián? Las luciérnagas tienen un propósito: recordarle a las personas que siempre deben brillar incluso en los momentos oscuros".
Con cada palabra de Lúmina, Sebastián sentía que la valentía crecía dentro de él. Se levantó decidido y dijo:
"¡Tienes razón!".
Soy un superhéroe y nunca debería esconderme. ¡Voy a enfrentar el desafío de hablar con mi mamá!"
"¡Eso es!", gritaron las luciérnagas mientras iluminaban el jardín con una luz aún más brillante.
Sebastián sonrió y, agradecido por su nueva amiga, se despidió de Lúmina y las luciérnagas.
"Gracias, Lúmina. He aprendido que ser valiente no significa no tener miedo, sino hacer lo correcto a pesar de él. ¡Soy un superhéroe!"
Con el corazón lleno de valentía, salió del jardín del vecino y fue directo a su casa. Abrió la puerta a toda prisa y vio a su mamá esperándolo con una expresión preocupada en su rostro.
"¡Sebastián!"
Él, con una gran sonrisa, le dijo:
"¡Mamá! ¡Lo siento! Estaba jugando y me perdí un poco, pero estoy bien. Gracias por preocuparte. ¿Puedo contarte sobre mi aventura con las luciérnagas?"
Su madre sonrió, aliviada, y lo abrazó,
"¡Claro! Pero primero, ven a cenar. Después de eso, me encantará escuchar sobre tus luciérnagas y tu superhéroe."
Y así, Sebastián aprendió que ser valiente y comunicarse es verdaderamente lo que hace un superhéroe. Esa noche, no solo disfrutó de su cena, sino que también compartió su mágica aventura con su mamá, quien lo escuchaba con atención, maravillada por la historia del jardín mágico y sus nuevos amigos.
Y desde entonces, cada vez que sentía miedo o dudas, recordaba a Lúmina y las luciérnagas, iluminando su camino hacia la valentía y la comunicación.
FIN.