El jardín mágico de Tomás y sus amigos



Jugaban a la pelota y de repente, Tomás pateó tan fuerte que la pelota voló por encima de la cerca y cayó en medio de la huerta escolar.

Todos los niños corrieron hacia allí para recuperarla, pero cuando llegaron se dieron cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. La huerta estaba llena de flores y plantas hermosas, pero ahora todo parecía marchito y sin vida. Las hojas estaban amarillas y las flores estaban caídas.

Los niños se miraron unos a otros con tristeza. -¡Nuestra huerta está arruinada! -exclamó Sofía con lágrimas en los ojos-. ¿Qué vamos a hacer? Justo en ese momento, apareció el señor Martín, el jardinero del colegio.

Tenía una expresión preocupada en su rostro mientras observaba la desolación de la huerta. -¿Qué ha pasado aquí? -preguntó el señor Martín. -Fue mi culpa -dijo Tomás avergonzado-. Pateé tan fuerte la pelota que cayó aquí y arruiné todas las plantas.

El señor Martín suspiró y luego sonrió comprensivamente. -No te preocupes, Tomás. Todos cometemos errores. Lo importante es aprender de ellos y buscar soluciones juntos. Los niños asintieron con determinación. -Entonces, ¿qué podemos hacer para arreglar esto? -preguntó Valentina.

El señor Martín les explicó que algunas plantas necesitaban más agua o luz solar para sobrevivir. Además, sugirió que podrían investigar sobre diferentes técnicas de cuidado de plantas y aplicarlas en la huerta.

Los niños se entusiasmaron con la idea y comenzaron a trabajar juntos. Aprendieron sobre el riego adecuado, la importancia de la luz solar, cómo proteger las plantas de plagas y enfermedades, entre otras cosas.

También buscaron información sobre qué plantas eran más resistentes y se adaptaban mejor al clima de su región. Poco a poco, la huerta comenzó a recuperarse. Las hojas volvieron a ser verdes, las flores volvieron a abrirse y los tomates comenzaron a crecer.

Los niños estaban emocionados por ver los resultados de su esfuerzo. Un día, mientras estaban trabajando en la huerta, llegó el director del colegio para felicitarlos por su trabajo. -¡Estoy impresionado! -dijo-. Han convertido esta huerta en un lugar hermoso y lleno de vida nuevamente.

Han demostrado que cuando trabajamos juntos y aprendemos de nuestros errores, podemos lograr cosas maravillosas. Los niños sonrieron orgullosos mientras compartían sus conocimientos con el director.

Se dieron cuenta de que no solo habían restaurado la huerta sino también fortalecido su amistad y aprendido valiosas lecciones sobre responsabilidad y trabajo en equipo. Desde ese día, cada vez que jugaban a la pelota cerca de la huerta escolar tenían mucho cuidado para no dañarla nuevamente.

Aprendieron que todas las acciones tienen consecuencias y que debemos ser responsables con nuestro entorno. Así fue como los niños de 2 grado A transformaron una experiencia desafortunada en una oportunidad para aprender y crecer juntos.

Y la huerta escolar se convirtió en un lugar de alegría, aprendizaje y hermosas plantas que inspiraban a todos los estudiantes del colegio.

FIN.

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