El jardín matemágico de Helena


Había una vez en un jardín de infantes muy especial, donde todos los días los niños y niñas se divertían aprendiendo cosas nuevas. En este jardín, la maestra Clara siempre preparaba actividades emocionantes para sus alumnos.

Una mañana soleada, la maestra Clara anunció que ese día iban a aprender matemáticas jugando en el hermoso patio del jardín. Todos los niños estaban emocionados, excepto Helena, quien frunció el ceño y cruzó los brazos con determinación.

-¡Vamos a jugar con números y sumas! ¡Será muy divertido! -exclamó la maestra Clara con entusiasmo. Pero Helena no estaba convencida. Ella no quería hacer matemáticas; prefería jugar en el arenero o dibujar unicornios de colores.

Se acercó tímidamente a la maestra y le dijo en voz baja:-Maestra Clara, yo no quiero hacer matemáticas. No me gustan los números. La maestra Clara sonrió comprensiva y se agachó para estar a la altura de Helena. -Entiendo cómo te sientes, Helena.

Pero las matemáticas son como resolver acertijos ¡y pueden ser tan divertidas como pintar! Helena dudaba un poco, pero decidió darle una oportunidad a las matemáticas ese día.

La maestra Clara les propuso un juego con bloques de colores: debían sumar y restar para avanzar por un camino lleno de sorpresas. Al principio, Helena se sintió frustrada al no entender algunas sumas, pero con paciencia y ayuda de sus compañeros logró resolverlas poco a poco.

Descubrió que las matemáticas eran más que números aburridos; eran como un rompecabezas emocionante esperando ser resuelto. Con cada suma correcta, Helena avanzaba casillero tras casillero junto a sus amigos hasta llegar al final del camino lleno de aplausos y sonrisas.

Al terminar el juego, Helena se acercó a la maestra Clara con una gran sonrisa en su rostro.

-¡Maestra Clara, las matemáticas fueron geniales! ¡Me encantó resolver los acertijos! La maestra Clara le dio un abrazo cariñoso y le dijo:-Estoy muy orgullosa de ti, Helena. Siempre recuerda que puedes enfrentarte a nuevos desafíos y descubrir lo maravilloso que es aprender algo nuevo cada día.

Desde ese día, Helena descubrió que las matemáticas podían ser divertidas si las miraba desde otro punto de vista y nunca más dudó en enfrentarse a cualquier reto educativo que se presentara en su camino.

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