El jarrón roto
Había una vez en Neuquén un niño llamado Joaquín. Era un niño travieso y curioso, siempre estaba explorando y descubriendo cosas nuevas. Sin embargo, cuando hacía algo mal y sus padres lo retaban, se enojaba muchísimo.
Un día, Joaquín decidió jugar al fútbol dentro de la casa a pesar de que sus padres le habían dicho que no lo hiciera. En medio del partido, accidentalmente rompió un jarrón que tenía un gran valor sentimental para su mamá.
Cuando ella vio lo sucedido, le dijo con voz firme:- ¡Joaquín! ¡Te dije que no jugaras a la pelota adentro! ¡Y ahora rompiste el jarrón! Joaquín se puso rojo de ira y gritó: "¡No es justo! ¡Yo solo estaba jugando!" Luego corrió a su habitación y cerró la puerta con fuerza.
Sus padres sabían que era momento de enseñarle una importante lección a Joaquín. Decidieron esperar unos minutos antes de hablar con él para darle tiempo a calmarse. Después, tocaron suavemente la puerta de su habitación.
- ¿Joaquín? ¿Podemos hablar? -dijo su papá con ternura. Joaquín abrió tímidamente la puerta y sus padres entraron en la habitación. Con calma, le explicaron por qué era importante seguir las reglas del hogar y ser responsable por sus acciones.
Le recordaron lo mucho que lo amaban pero también la importancia de aprender de los errores. Poco a poco, el enojo de Joaquín fue desapareciendo mientras escuchaba atentamente las palabras de sus padres.
Se dio cuenta de que había actuado impulsivamente sin pensar en las consecuencias y sintió remordimiento por haber lastimado los sentimientos de su mamá. Decidió disculparse sinceramente y ofreció ayudar a limpiar el desorden que había causado.
Sus padres aceptaron su disculpa y juntos arreglaron el daño hecho al jarrón roto. Desde ese día, Joaquín aprendió a controlar mejor su temperamento cuando se enfrentaba a situaciones difíciles o cuando cometía errores.
Aprendió que está bien sentirse frustrado pero es importante expresarlo adecuadamente sin herir a los demás. Con el tiempo, Joaquín se convirtió en un niño más maduro y comprensivo gracias a esa experiencia. Aprendió a manejar sus emociones negativas y a tomar decisiones más conscientes en el futuro.
Y así, Joaquín comprendió que los retos son oportunidades para crecer y mejorar como persona, siempre con amor, comprensión y respeto hacia uno mismo y hacia los demás.
FIN.