El Jefe que No Quería Mandar
Había una vez en un pequeño pueblo lleno de colores y risas, un jefe llamado Don Ramón. Don Ramón era conocido por ser amable y justo, pero a menudo se le veía con una nube de tristeza sobre su cabeza. Al principio, los habitantes del pueblo sólo pensaban que era un poco serio, pero con el tiempo, todos se dieron cuenta: ¡Don Ramón no quería mandar!
Un día, mientras daba un paseo por la plaza, vio a un grupo de niños jugando con una cometa. Las risas y las voces alegres de los niños hicieron que su corazón latiera un poco más rápido. Se acercó y les preguntó:
-DON RAMÓN: ¿Por qué están tan felices, pequeños?
- NIÑA 1: ¡Estamos jugando con la cometa que hizo mi abuelita! Es la mejor del mundo.
- NIÑO 2: ¡Y estamos pensando en hacer una competencia con otras cometas!
Justo en ese momento, a Don Ramón se le ocurrió una idea. ¿Y si hiciera un concurso de cometas en todo el pueblo? Pensó que sería una buena manera de unir a la comunidad, pero al mirar a los niños, sintió un nudo en el estómago.
-DON RAMÓN: Pero... ¿quién soy yo para organizar algo así? No soy un jefe de fiestas.
Los niños se miraron y luego se acercaron a él, con los ojos llenos de determinación.
- NIÑA 2: ¡Pero usted puede, Don Ramón! ¡A usted lo queremos! ¡Siempre hace cosas buenas por nosotros!
Don Ramón sonrió un poco, pero la tristeza seguía ahí. Justo en ese momento pasó por allí su amiga, Doña Clara, una abuelita muy sabia que siempre tenía un buen consejo.
- DOÑA CLARA: Don Ramón, parece que tiene un peso en el corazón. ¿Lo puede compartir?
- DON RAMÓN: Es que no quiero mandar. No me gusta decirles a los demás qué hacer. Quiero que todos se sientan felices y libres.
- DOÑA CLARA: Eso es muy noble de su parte, querido. Pero ser un buen líder no significa solo mandar. A veces significa inspirar a otros a que hagan las cosas juntos, a que se sientan parte de algo grande. ¿Por qué no intenta organizar el concurso de cometas?
Las palabras de Doña Clara iluminaron la mente de Don Ramón. Tal vez no tenía que ser un jefe que manda, sino uno que acompaña y guía. Con mucho entusiasmo, decidió llevar a cabo su idea.
Asistió a la plaza y convocó a todos. Hizo un anuncio:
- DON RAMÓN: Queridos amigos, ¡he decidido que haremos un concurso de cometas! Pero necesitaré la ayuda de todos ustedes. Juntos, podemos hacer de este un evento inolvidable.
Las personas aplaudieron y empezaron a dialogar sobre la mejor manera de organizarlo. A medida que trabajaban juntos en el evento, Don Ramón se dio cuenta de que no tenía que llevar todo el peso sobre sus hombros. ¡Era un placer dirigir sus esfuerzos!
El día del concurso llegó, y la plaza estaba llena de gente: familias, amigos y, por supuesto, ¡niños corriendo con sus cometas! Don Ramón se sintió el jefe más afortunado del mundo, no porque estuviera mandando, sino porque estaba disfrutando y compartiendo con su comunidad.
En medio de tanta alegría, uno de los niños se acercó a Don Ramón:
- NIÑO 3: ¡Mire cómo vuela mi cometa! ¡Es la más linda de todas!
- DON RAMÓN: ¡Es hermosa, amigo! Tu creatividad es lo que la hace especial.
Al final del día, Don Ramón se dio cuenta de que estar al frente no era solo dar órdenes, sino también celebrar los talentos de los demás. Cuando hicieron la entrega de premios, él dijo:
- DON RAMÓN: Estos premios son para todos, cada cometa voló gracias a su esfuerzo y creatividad. ¡Todos son ganadores!
La plaza estalló en aplausos y risas de felicidad. Don Ramón ya no estaba triste; comprendió que ser un buen jefe también es permitir que otros brillen, que la felicidad se comparte, y que juntos, se pueden hacer cosas maravillosas.
Desde ese día, Don Ramón se volvió un líder inspirador, y en lugar de llevar una nube de tristeza, ahora llevaba una lluvia de alegría.
Y así, en el pequeño pueblo, la historia de Don Ramón se convirtió en un cuento que los padres contaban a sus hijos, sobre la importancia de trabajar en equipo y la alegría de compartir el liderazgo con los demás.
FIN.