El jinete valiente
Había una vez un niño llamado Mateo, de 8 años, que tenía una gran pasión por los caballos y la hípica. Desde muy pequeño, Mateo soñaba con montar a caballo y participar en competencias.
Un día, mientras paseaba por el parque cerca de su casa, vio un cartel que anunciaba una exhibición de hípica en el club local. Mateo no podía creer su suerte y decidió ir a verlo junto a sus padres.
Al llegar al lugar, quedó maravillado al ver cómo los jinetes saltaban obstáculos con elegancia y destreza. "¡Mamá, papá! ¡Algún día quiero ser como ellos!", exclamó emocionado Mateo.
Sus padres sonrieron y le dijeron que si realmente quería montar a caballo y aprender sobre la hípica, tendría que esforzarse mucho. Así fue como comenzaron a buscar una escuela de equitación para inscribirlo. Mateo se sentía emocionado ante la idea de empezar sus clases de equitación.
El primer día llegó temprano al centro ecuestre. Allí conoció a Martina, su nueva entrenadora. "Hola Mateo, soy Martina", dijo ella amablemente. "Estoy aquí para enseñarte todo lo que necesitas saber sobre los caballos".
Martina le explicó cómo cuidar a un caballo correctamente: cepillarlo, alimentarlo adecuadamente y mantener limpia su cuadra. A medida que pasaban las semanas, Mateo aprendió rápidamente todos estos aspectos del cuidado equino. Luego llegó el momento de montar a caballo.
Mateo se sentía un poco nervioso al principio, pero Martina lo tranquilizó y le explicó cómo agarrar las riendas y dar órdenes al caballo. "Recuerda Mateo, los caballos son animales nobles y sensibles", le dijo Martina. "Debes tratarlos con respeto y paciencia".
Mateo siguió las instrucciones de Martina al pie de la letra. Poco a poco, comenzó a familiarizarse con los movimientos del caballo y ganar confianza en sí mismo.
Un día, mientras practicaba saltos en el picadero, Mateo vio algo inusual: un potrillo asustado cerca del bosque. Sin pensarlo dos veces, decidió acercarse para ayudarlo. El potrillo estaba atrapado entre unas ramas espinosas y no podía moverse.
Mateo tuvo una idea brillante: utilizó su cuerda de salto para crear una especie de arnés improvisado y así poder liberar al potrillo sin lastimarlo. Cuando finalmente logró liberarlo, el potrillo relinchó felizmente y comenzó a seguir a Mateo como si fuera su madre. El niño supo que había hecho algo importante ese día.
Martina quedó impresionada por la valentía y dedicación de Mateo hacia los animales.
Decidió contarle a los organizadores del próximo campeonato hípico sobre lo ocurrido e hicieron algo extraordinario: invitaron a Mateo a participar en la competencia como reconocimiento por su heroica acción. Mateo aceptó emocionado el desafío. Se prepararon intensamente durante semanas, practicando saltos y mejorando su técnica. Llegó el día de la competencia y Mateo se sentía nervioso pero emocionado.
Cuando llegó su turno, montó a su caballo con determinación y confianza. Saltaron obstáculos con gracia y agilidad, dejando a todos boquiabiertos. Al finalizar la competencia, Mateo recibió una medalla por su destacada actuación.
Pero lo más importante para él fue haber demostrado que no importa cuán pequeño o joven seas, siempre puedes hacer grandes cosas si sigues tu pasión y te esfuerzas al máximo. Desde ese día, Mateo continuó montando a caballo y participando en competencias.
Siempre recordaba el potrillo que rescató aquel día como símbolo de valentía y perseverancia. Y así, Mateo se convirtió en un jinete reconocido en el mundo de la hípica.
Su amor por los caballos nunca disminuyó y siempre recordará cómo un pequeño gesto de bondad cambió su vida para siempre.
FIN.