El jonrón de Jonathan


En un pequeño pueblo de Argentina vivía Jonathan, un niño de 8 años apasionado por el béisbol. Desde que era muy pequeño, su sueño más grande era convertirse en un jugador profesional y llegar a las grandes ligas.

Pasaba horas y horas practicando en el campo de béisbol local, siempre acompañado por su papá, quien era su mayor admirador y apoyo incondicional.

Un día soleado, mientras Jonathan y su papá estaban entrenando juntos como de costumbre, se acercó a ellos Don Carlos, el entrenador del equipo infantil de béisbol del pueblo. Tenía una sonrisa en el rostro y les dijo:- ¡Hola chicos! He estado viendo cómo juegas Jonathan, y debo decir que tienes un gran talento.

Me gustaría invitarte a formar parte del equipo oficial del pueblo. ¿Qué dices? Jonathan no podía creer lo que estaba escuchando. Estaba tan emocionado que apenas podía articular palabra.

Su papá lo abrazó con orgullo y le dijo:- ¡Felicidades hijo! Sabía que llegarías lejos con tu esfuerzo y dedicación. Desde ese momento, Jonathan se convirtió en parte del equipo infantil de béisbol y trabajó más duro que nunca para mejorar sus habilidades.

Los entrenamientos eran exigentes pero él nunca se rindió, siempre recordando su sueño de jugar en las grandes ligas. Llegó el día del gran torneo interprovincial donde participaban equipos de toda la región.

El equipo de Jonathan llegó a la final contra el favorito del torneo, un equipo con mucha experiencia y talento. A pesar de estar nervioso, Jonathan recordó todo lo que había aprendido: concentración, trabajo en equipo y pasión por el juego. El partido estaba reñido hasta la última entrada.

Había corredores en segunda y tercera base, dos outs y el equipo rival ganaba por una carrera. Era ahora o nunca para el equipo de Jonathan.

Cuando le tocó batear, cerró los ojos un segundo para concentrarse y luego tomó posición frente al lanzador. El lanzamiento vino rápido pero Jonathan estaba preparado. Golpeó la pelota con fuerza hacia el jardín central mientras los corredores avanzaban velozmente hacia home plate.

Fue un hit decisivo que permitió anotar dos carreras y darle la victoria a su equipo. Todos saltaron de alegría alrededor de Jonathan quien fue llevado en hombros como héroe local.

Su papá tenía lágrimas en los ojos al ver cumplirse el sueño de su hijo. Desde ese día, Jonathan siguió jugando al béisbol con pasión y determinación; nunca olvidando que los sueños pueden hacerse realidad si uno trabaja duro por ellos.

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