El Juego de Cincos



Era un día soleado en la escuela primaria y el patio estaba lleno de risas y gritos de los niños que disfrutaban del recreo. En un rincón, un grupo de chicos del cuarto grado, sección A, se había juntado para jugar cincos, un juego muy popular entre ellos. Marcos, un niño alegre y carismático, era conocido como el rey de los cincos. Con su bolsa repleta de más de 100 cincos, siempre tenía una sonrisa en el rostro mientras desafiaba a sus compañeros.

"- ¡Vamos, a jugar!" - gritó Marcos, agitando su bolsa llena de monedas de cinco centavos. "- ¿Quién se anima a desafiarme?"

Con la expectativa en el aire, los demás chicos lo miraban un poco intimidados.

Víctor, un niño un poco tímido, se acercó con su pequeña bolsa que contenía apenas 18 cincos. A pesar de que a menudo se sentía inseguro al jugar con los demás, ese día se armó de valor y se acercó a Marcos. "- Yo quiero jugar también," - dijo Víctor, casi en un susurro.

Marcos lo miró con sorpresa, y luego soltó una risa amigable.

"- ¿Estás seguro, Víctor? Yo tengo muchos más cincos que vos," - respondió Marcos, con una sonrisa pícara. Pero Víctor no se inmutó, alzando la mirada y sonriendo.

"- Todos empezamos de a poco, ¿no?" - dijo Víctor, sorprendido por su propia valentía.

Los demás chicos comenzaron a murmurar, algunos apoyaban a Víctor, mientras que otros simplemente reían de la osadía del niño.

La partida comenzó. Marcos era rápido y hábil, mientras que Víctor, aunque no era tan experimentado, no se dejaba vencer. Cada vez que ganaba un par de cincos, una chispa de confianza iluminaba su rostro.

"- ¡Mirá cómo se le da!" - gritó uno de sus amigos, mientras todos se acercaban a animarlo.

Sin embargo, en medio del juego, Marcos empezó a notar que Víctor estaba mejorando más rápido de lo que había esperado. Su actitud competitiva se tornó más seria y, de repente, el juego se volvió más intenso.

Las risas fueron reemplazadas por un fuerte murmullo, y las miradas se dirigieron a la inesperada competencia entre ambos.

Hasta que, finalmente, llegó un momento inesperado. Víctor realizó un movimiento inesperado y ganó una partida tras otra. Las sonrisas y las miradas de sorpresa llenaron el patio.

"- ¡Lo logré!" - exclamó Víctor, levantando su puño en señal de triunfo.

Todos los niños aplaudieron, incluidos aquellos que antes se reían de él.

Esa victoria fue más que un premio. La confianza que ganó lo llevó a retar a Marcos nuevamente, esta vez en lugar de solo jugar, comenzaron a hablar sobre estrategias y formas de mejorar el juego.

"- No importa si tenés pocos cincos, lo importante es disfrutar, aprender y practicar," - le dijo Marcos a Víctor con una sonrisa sincera. A partir de ese día, se hicieron amigos y comenzaron a jugar juntos todos los días.

Con el tiempo, Víctor se volvió un gran jugador de cincos, y aunque Marcos siempre tuvo más monedas, ambos descubrieron que la verdadera diversión estaba en jugar y compartir risas.

Así, el patio de la escuela se llenó con el espíritu de amistad y camaradería, y todos aprendieron que lo más importante no eran los cincos que cada uno tenía, sino el compañerismo y el apoyo que se brindaban entre amigos.

FIN.

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