El Juego de Erinsin en Laguna Prieta



Había una vez un niño llamado Erinsin Rosario que estaba jugando a la pelota en la pequeña comunidad de Laguna Prieta. Era un día soleado, y el aire fresco de la mañana prometía mucha diversión.

Erinsin era un apasionado del fútbol.

"¡Vamos, chicos! ¡A jugar!" - gritaba mientras corría por el campo de tierra. Sus amigos, Lucas y María, lo acompañaban, emocionados por una nueva partida.

La comunidad de Laguna Prieta era conocida por sus paisajes hermosos y su gente amistosa, pero también había historias que contar.

"¿Se acuerdan de la leyenda del río que se lleva las pelotas?" - preguntó Lucas mientras driblaba la pelota.

"Sí, ¡eso dicen! Que una vez una pelota se perdió y nunca volvió!" - respondió María, intrigada.

Sin embargo, los tres amigos decidieron no dejar que las leyendas los asustaran. Estaban listos para una tarde inolvidable de juego. El sol brillaba, las risas llenaban el aire y el polvo levantado por sus pies creaba una atmósfera mágica en su pequeño rincón del mundo.

Jugaron por horas, haciendo goles y celebrando cada punto. Pero de repente, una pelota dio un golpe y rodó hacia el lado del camino donde estaba el río. Todos se miraron con miedo.

"No vamos! ¡Es el río!" - exclamó Erinsin.

"¡Pero la pelota!" - respondió Lucas, casi en un susurro.

"No hay que tener miedo, somos valientes!" - dijo María, ajustándose la camiseta.

Con determinación, los tres amigos decidieron ir a buscarla. Avanzaron hacia el río, escuchando el murmullo del agua que pasaba y el canto de los pájaros. Cuando llegaron, encontraron algo sorprendente:

"Mirá, ahí está la pelota!" - exclamó Lucas, apuntando.

"Pero… está al otro lado del río" - dijo Erinsin, mirando la corriente.

Los niños se sentaron en la orilla del río, pensando en cómo cruzar.

"Podemos hacer un puente con esas ramas" - sugirió María, observando la vegetación a su alrededor.

"¡Buena idea!" - respondió Erinsin, y juntos comenzaron a recolectar ramas fuertes.

Después de un rato de trabajo en equipo, construyeron un pequeño puente improvisado. Un poco temerosos, pero llenos de emoción, comenzaron a cruzar uno por uno.

"¡Yo voy primero!" - dijo Lucas, y sus amigos lo siguieron de cerca.

"¡Cuidado, no se caigan!" - gritó Erinsin, riendo.

Finalmente llegaron al otro lado, y con gran alivio, recuperaron la pelota.

"¡Lo logramos! Somos un gran equipo" - gritó Erinsin, viendo a sus amigos sonreír.

"Nunca pensé que podríamos hacerlo" - dijo María, contenta.

"La próxima vez que oiga la leyenda, no tendré miedo" - aseguró Lucas, orgulloso de su valentía.

Con la pelota en mano, regresaron al campo para seguir jugando. Este evento fortuito les enseñó que, aunque existen miedos y leyendas que pueden parecer aterradoras, la amistad y el trabajo en equipo pueden superar cualquier obstáculo.

Al finalizar el día, mientras el sol se ponía, Erinsin miró a sus amigos y les dijo:

"Hoy fue un día increíble. ¡No solo jugamos, sino que también enfrentamos juntos nuestras preocupaciones!"

"Definitivamente, ¡el mejor día de todos!" - afirmó María.

Y así, en la pequeña comunidad de Laguna Prieta, los amigos aprendieron que a veces los mayores retos se superan con valor, y que jugar juntos es, por último, la verdadera magia del juego.

FIN.

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