El juego de la amistad
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, tres amigas inseparables: Lola, Sofía y Valentina. Ellas eran conocidas por su gran corazón y su deseo constante de ayudar a los demás.
Juntas formaban un equipo imparable que siempre buscaba maneras de hacer del mundo un lugar mejor. Un día, mientras paseaban por el parque central, vieron a un grupo de niños jugando fútbol.
Entre ellos notaron a Martín, un niño con discapacidad que tenía dificultades para moverse con agilidad. Sin dudarlo, las tres amigas se acercaron para hablar con él. "¡Hola Martín! ¿Quieres jugar con nosotros?", preguntó Lola con una sonrisa cálida en el rostro.
Martín miró sorprendido a las chicas y asintió tímidamente. Las tres amigas se organizaron rápidamente para incluirlo en el juego, adaptando las reglas para que todos pudieran participar de forma equitativa. "¡Vamos Martín! ¡Tú puedes hacerlo!", alentaba Valentina mientras corrían juntos detrás del balón.
La solidaridad y fraternidad entre las amigas se reflejaba en cada gesto que tenían hacia Martín. Lo animaban cuando fallaba un pase, lo celebraban cuando lograba marcar un gol y nunca lo dejaban atrás.
Después de jugar durante horas, el sol comenzó a ocultarse en el horizonte. Fue entonces cuando vieron a Lucas, un niño del barrio que siempre estaba solo porque los demás no querían jugar con él debido a su aspecto diferente.
"¿Por qué no invitas también a Lucas a jugar con nosotros?", sugirió Sofía mirando a sus amigas. Las tres asintieron al mismo tiempo y fueron hacia donde estaba Lucas. Lo invitaron a unirse al juego sin importarle su apariencia o cualquier otra diferencia.
Jugaron juntos hasta que la noche cayó sobre el pueblo, creando lazos de amistad inquebrantables entre todos ellos. Al día siguiente, la noticia sobre lo ocurrido en el parque se extendió como reguero de pólvora por todo Villa Esperanza.
La gente empezó a ver la importancia de la solidaridad, equidad y fraternidad en la vida cotidiana gracias al ejemplo dado por las tres amigas.
Con el paso del tiempo, más personas se sumaron al movimiento iniciado por Lola, Sofía y Valentina. Se crearon programas para ayudar a quienes más lo necesitaban en la comunidad y se fomentaron valores como el respeto y la inclusión en todas partes.
Así fue como estas tres amigas lograron transformar no solo sus propias vidas sino también las vidas de todos los habitantes de Villa Esperanza. Su legado perduró por generaciones mostrando que cuando nos unimos con amor y empatía podemos hacer grandes cosas juntos.
FIN.