El juego de la amistad
Había una vez una niña llamada Clara que comenzó 1º de primaria. Clara era una niña muy alegre, con una sonrisa que iluminaba cualquier rincón del recreo. Sin embargo, había algo que la ponía un poco triste: sus amigas, Lucía y Sofía, no la dejaban jugar con ellas. Siempre se agrupaban con un grupo de niños en el patio y Clara se quedaba sola, mirando desde lejos.
Un día, durante el recreo, Clara decidió acercarse a ellas. Mientras algunos compañeros jugaban a la pelota y otros corrían por el césped, Clara se armó de valor y se acercó al grupo.
- “Hola chicas, ¿puedo jugar con ustedes? ” - preguntó Clara con voz temblorosa.
Lucía y Sofía se miraron y, con una risita, respondieron:
- “No, Clara. Este es un juego para dos. Mejor andá a jugar con los otros.”
Clara se sintió muy triste. En lugar de irse, decidió que no podía rendirse tan fácilmente. Así que, mientras las chicas jugaban, ella se sentó en un banco cercano y comenzó a dibujar en su cuaderno. Dibujo tras dibujo, creó una historia de grandes aventuras donde la protagonista siempre era una valiente guerrera, que nunca se rendía.
Esa tarde, a Clara se le ocurrió una idea. Al día siguiente, llevaría su cuaderno y les mostraría sus dibujos. Al día siguiente, esperó con ansiedad a que comenzara el recreo. Cuando las niñas se agruparon de nuevo, Clara se acercó a ellas nuevamente.
- “Miren lo que hice. Es una historia de aventuras en la que hay una princesa que lucha por sus sueños” - dijo Clara mostrándoles sus dibujos.
Las chicas miraron los dibujos con curiosidad.
- “¡Qué lindo! ¿Puedo ver más? ” - preguntó Sofía.
Clara, sintiéndose un poco más segura, comenzó a contarles la historia. Las chicas, interesadas, se acercaron a escuchar. Mientras Clara narraba, su voz se llenaba de entusiasmo y los ojos de Lucía y Sofía brillaban.
De repente, alguien interrumpió. Era Tomás, un niño del aula que siempre decía que las historias de las chicas eran aburridas y que él prefería jugar a la pelota.
- “Eso no es para chicos, ¡vengan a jugar a la pelota! ” - exclamó Tomás, burlándose de sus dibujos.
Clara sintió que su corazón se hundía, pero rápidamente recordó la fuerza de su princesa guerrera. Decidida, le respondió:
- “Puede ser que te guste más la pelota, pero a nosotros nos gusta contar historias. Todos podemos jugar a lo que nos guste”
Sofía y Lucía, sorprendidas por la valentía de Clara, miraron a Tomás y dijeron:
- “¡Sí, exactamente! Podemos jugar a lo que queramos.”
Tomás, confundido, hizo una mueca, se dio la vuelta y se alejó, mientras Clara, Lucía y Sofía seguían conversando sobre la historia.
Pronto se unieron más niños y todos comenzaron a contar sus propias historias, formando un círculo. Así, las chicas se dieron cuenta de que Clara no solo era una compañera más; ¡era una gran narradora que podía unir a todos a través del juego!
A medida que pasaban los días, el grupo de amigos creció, y Clara nunca más se sintió sola. Un día, Lucía y Sofía se acercaron a Clara:
- “Perdón por no dejarte jugar antes. Nos encantaría que fueras parte de nuestro grupo, pero también queremos que siempre cuentes tus historias. ¡Queremos jugar a lo que sea! ”
Clara sonrió, sintiendo que, al final, su valentía había dado frutos. Desde entonces, ¡sus recreos se llenaron de aventuras, risas y un montón de historias compartidas!
Y así, Clara aprendió que la amistad se construye con respeto y amor, y que la valentía puede abrir puertas que parecían cerradas. Encontró su lugar en el grupo, donde cada uno podía ser como era, y todos jugaron juntos.
Finalmente, lo que había comenzado como un momento de tristeza se convirtió en una hermosa historia de amistad y aceptación, demostrando que nunca hay que dejar de ser uno mismo y que a veces, sólo es cuestión de dar ese primer paso para encontrar la felicidad.
FIN.