El juego de la amistad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, tres amigas inseparables: Elena, Alma y Feliza. Siempre estaban juntas, compartiendo risas y aventuras. Un día soleado decidieron ir a pasear por la plaza del pueblo.

Al llegar a la plaza, se encontraron con muchos juegos divertidos. Pero el que más les llamó la atención fue el juego de las escondidas. Las tres amigas se emocionaron tanto que no pudieron resistirse a jugar.

- ¡Vamos a jugar a las escondidas! - exclamó Elena emocionada. - ¡Sí! Será muy divertido - respondió Alma riendo. - Yo me esconderé primero - dijo Feliza mientras buscaba el lugar perfecto para ocultarse.

Las reglas eran sencillas: una de ellas contaría hasta diez mientras las otras dos buscarían un buen lugar para esconderse. Luego, quien contaba debía encontrarlas antes de que llegara a diez nuevamente. Elena cerró los ojos y comenzó a contar en voz alta:- Uno... dos...

tres... Mientras tanto, Alma y Feliza corrieron por toda la plaza tratando de encontrar el mejor escondite posible. Alma decidió subir al tobogán del parque infantil y ocultarse detrás de él, pensando que nadie la encontraría allí.

Por otro lado, Feliza optó por meterse entre los arbustos del jardín botánico cercano. Elena abrió los ojos después de contar hasta diez y comenzó su búsqueda.

Miraba debajo de los bancos, detrás de los árboles e incluso dentro de las macetas de flores. Pero no podía encontrar a sus amigas por ningún lado. - ¿Dónde estarán? - se preguntaba Elena, cada vez más desconcertada. Pasaron varios minutos y Elena seguía sin encontrar a Alma y Feliza.

Comenzó a sentirse preocupada, pensando que tal vez se habían perdido o algo les había sucedido. De repente, escuchó una risa proveniente del tobogán.

Se acercó corriendo y allí encontró a Alma, quien no pudo contener la risa al ver la cara de sorpresa de Elena. - ¡Ahí estabas! - exclamó Elena aliviada. - Sí, aquí estoy - respondió Alma aún riendo-. Tuve una gran idea escondiéndome aquí arriba.

Mientras tanto, Feliza estaba muy bien camuflada entre los arbustos del jardín botánico. Pero cuando vio que sus amigas ya habían sido encontradas, decidió salir de su escondite para unirse a ellas. - ¡Aquí estoy! - gritó Feliza emocionada mientras salía de entre los arbustos.

Las tres amigas se abrazaron felices y rieron juntas por haber pasado un buen rato jugando a las escondidas en la plaza del pueblo.

Aunque el juego no había salido como esperaban, se dieron cuenta de que lo importante era pasar tiempo juntas y divertirse sin importar el resultado final. Desde ese día, Elena, Alma y Feliza siguieron siendo las mejores amigas y siempre recordaron con cariño aquel día en la plaza del pueblo donde jugaron a las escondidas.

Aprendieron que lo verdaderamente valioso era la amistad y el amor que compartían, más allá de cualquier juego o competencia.

Y así, las tres amigas siguieron viviendo muchas aventuras juntas, siempre recordando que lo importante era disfrutar de cada momento y valorar la compañía de quienes más queremos.

FIN.

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