El juego de la responsabilidad
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño muy distraído, siempre perdía sus juguetes, sus libros y hasta su ropa.
Su mamá, Martina, hacía todo por él: le buscaba lo que perdía, organizaba sus cosas y siempre estaba ahí para ayudarlo. Un día, Martina decidió que era momento de enseñarle a Mateo a ser más responsable y a cuidar de sus pertenencias.
Así que ideó un plan para ayudar a su hijo a mejorar esta situación. Una mañana, Martina se sentó con Mateo en la mesa del desayuno y le dijo:"Mateo, hoy vamos a jugar a un juego muy especial.
Te voy a dar una lista con cinco cosas que debes encontrar en casa. Si logras encontrarlas todas antes de la hora del almuerzo, tendremos una sorpresa al final del día".
Mateo estaba emocionado con el desafío y comenzó a buscar las cosas de la lista por toda la casa.
Primero encontró su osito de peluche bajo la cama; luego halló su libro favorito en el estante de los juguetes; después descubrió su camiseta detrás del sillón; más tarde recuperó sus crayones debajo de la mesa. Solo faltaba una cosa en la lista: su auto de juguete preferido. Mateo buscó y buscó por todos lados, pero no lograba encontrarlo. "¡Mamá! ¡No encuentro mi auto!", exclamó preocupado.
Martina se acercó sonriente y le dijo:"Tranquilo Mateo, recuerda donde estuviste ayer cuando jugaste con él". Mateo recordó que había estado jugando en el jardín trasero y corrió hacia allí. Entre las plantas encontró finalmente su auto de juguete.
"¡Lo encontré mamá! ¡Lo encontré!", gritaba emocionado. Al llegar la hora del almuerzo, Martina felicitó a Mateo por haber encontrado todas las cosas de la lista.
"¡Eres increíble! Has demostrado que puedes ser responsable y cuidadoso con tus pertenencias", le dijo orgullosa. Esa noche, como sorpresa final por haber completado el desafío con éxito, Martina llevó a Mateo al parque de diversiones. Fue una noche mágica llena de risas y juegos donde Mateo disfrutó al máximo.
Desde ese día, Mateo aprendió lo importante que era cuidar sus cosas y prestar atención para no perderlas. Ya no era tan distraído como antes gracias al amoroso apoyo y enseñanzas de su mamá Martina.
Y colorín colorado este cuento ha terminado pero recuerda ¡nunca subestimes el poder del juego educativo!
FIN.