El Juego de los Dragones



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Dragón, donde habitaban dragones mágicos que se colaban por las chimeneas de las casas en busca de los juguetes de los niños.

Estos dragones eran traviesos y les encantaba jugar, pero los padres y los niños tenían miedo de ellos. Pepe era un valiente joven del pueblo que había hecho fama por luchar contra los dragones y proteger a su gente.

Cada noche salía con su espada en mano para enfrentarse a estas criaturas temibles. Sin embargo, una noche Pepe se quedó dormido mientras vigilaba, y cuando despertó, vio algo sorprendente.

En la penumbra de la habitación, Pepe observó cómo los dragones revoloteaban alrededor de la cama de uno de los niños. En lugar de llevarse sus juguetes, estaban tratando torpemente de jugar con ellos. Los niños se despertaron asustados al principio, pero luego empezaron a reír ante las travesuras de los simpáticos dragones.

Desde ese día, Pepe decidió cambiar su forma de ver a estos seres mágicos. Se dio cuenta de que no eran malvados como pensaba la gente del pueblo; solo querían divertirse y jugar con los niños.

Así que ideó un plan para enseñar a todos a convivir pacíficamente con los dragones. Comenzó reuniendo a todos los niños del pueblo en la plaza central al atardecer.

Les contó sobre su experiencia esa noche y les mostró cómo interactuar amigablemente con los dragones. Les enseñó que podían compartir sus juguetes y jugar juntos sin tener miedo. Los niños estaban emocionados por esta nueva perspectiva y rápidamente se acercaron a los dragones sin temor.

Pronto el pueblo entero estaba lleno de risas y juegos entre las criaturas escamosas y los pequeños lugareños. Pepe también aprendió mucho sobre amistad y comprensión gracias a esos encuentros nocturnos con los dragones.

Descubrió que muchas veces nuestros miedos están basados en malentendidos o prejuicios infundados. Con el tiempo, Villa Dragón se convirtió en un lugar conocido por su armoniosa convivencia entre humanos y criaturas fantásticas.

Los niños cuidaban a sus nuevos amigos escamosos, quienes ya no entraban furtivamente por las chimeneas sino que llegaban abiertamente para disfrutar juntos del día. Y así fue como Pepe pasó de ser un guerrero temerario a ser un pacificador entre dos mundos diferentes pero igualmente maravillosos: el mundo humano y el mundo mágico de los dragones.

FIN.

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