El juego de los huevos compartidos



Había una vez un grupo de dinosaurios que vivían en un hermoso valle lleno de árboles y flores. En este valle, los dinosaurios siempre se divertían jugando juntos.

Un día, el pequeño Tito, un simpático dinosaurio verde, decidió organizar un juego para todos sus amigos. El juego consistía en buscar huevos de diferentes colores escondidos por todo el valle.

Tito reunió a todos los dinosaurios y les explicó las reglas del juego: "-¡Amigos! Tenemos que buscar los huevos escondidos por todo el valle. Cada uno debe encontrar uno y luego esperar su turno para abrirlo. "Los dinosaurios estaban muy emocionados y comenzaron a buscar los huevos sin perder tiempo.

Corrían de aquí para allá, explorando cada rincón del valle en busca de los coloridos tesoros. De repente, mientras buscaban, encontraron un huevo gigante y brillante que parecía ser especial.

Todos querían abrirlo primero, pero Tito recordó las reglas del juego: "-Amigos, ¡recuerden! Debemos esperar nuestros turnos para abrir los huevos. "Los dinosaurios se miraron unos a otros con una mezcla de emoción y decepción. Pero decidieron hacer caso a Tito y formaron una fila ordenada detrás del huevo gigante.

El primer turno fue para Lola, una graciosa dinoaurita rosa. Con mucha paciencia esperó su momento mientras veía cómo sus amiguitos encontraban otros huevos más pequeños. Finalmente llegó el turno de Lola.

Tomó el huevo entre sus patas delicadas y lo abrió con cuidado. ¡Sorpresa! Dentro del huevo, había un juguete que ella amaba: un collar de flores. Lola se mostró muy feliz y emocionada por su premio.

Pero en lugar de guardar el collar solo para ella, decidió compartirlo con sus amigos. "-¡Miren lo que encontré! ¡Es tan bonito! ¿Quién quiere usarlo primero?"Todos los dinosaurios estaban encantados con el gesto de Lola y comenzaron a hacer fila para ponerse el collar.

Uno a uno, cada dinosaurio disfrutó de lucir el hermoso adorno. Después de compartir el collar, llegó el turno del siguiente dinosaurio en la fila. Y así fue como cada uno tuvo su momento para abrir los huevos y descubrir sorpresas maravillosas.

Al final del juego, todos los dinosaurios estaban felices y satisfechos porque habían aprendido una gran lección sobre compartir y esperar turnos. Comprendieron que cuando compartimos nuestras cosas con otros, la diversión aumenta y nos sentimos más felices.

Desde aquel día, los dinosaurios continuaron jugando juntos en armonía, siempre recordando la importancia de compartir y esperar nuestros turnos. Y así vivieron muchas aventuras llenas de risas y amistad en ese maravilloso valle lleno de coloridos huevos.

Y colorín colorado, este cuento sobre dinosaurios ha terminado.

FIN.

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