El Juego de Lulu



En una granja lejana, vivía una vaca llamada Lulu. Lulu era diferente a las demás vacas de la granja. Mientras que las otras pasaban los días pastando y rumiando, Lulu solo pensaba en jugar.

Un día, sentada bajo la sombra de un gran árbol, observó a unas gallinas jugando a picotear semillas.

- “¿Por qué no puedo unirme a ellas? ” - pensó Lulu.

Decidida a divertirse, se acercó a las gallinas.

- “¡Hola, amigas! ¿Puedo jugar con ustedes? ” - preguntó Lulu con entusiasmo.

Las gallinas se miraron entre sí y una de ellas, llamada Pita, respondió:

- “¡Por supuesto! Solo tienes que ser ágil y picotear rápido.”

- “¡Yo puedo ser ágil! ” - dijo Lulu, moviendo su cola emocionada.

Lulu intentó picotear, pero su hocico no alcanzaba las semillas en el suelo.

- “¡Es más difícil de lo que parece! ” - exclamó.

Las gallinas, al ver que Lulu no podía jugar, continuaron con su actividad sin prestarle atención. Lulu se sintió un poco triste.

- “¡No puedo jugar! Tal vez no soy buena en lo que hacen las gallinas.” - suspiró.

Pero entonces, recordó que había una parte de la granja donde siempre se oía un gran bullicio. Atraída por el sonido, se dirigió a la zona del establo. Allí, los caballos estaban jugando a una divertida carrera.

- “¡Hola, caballos! ¿Puedo unirme a su carrera? ” - preguntó Lulu con el corazón alegre.

Uno de los caballos, llamado Rayo, le dijo:

- “Lo siento, Lulu, pero eres demasiado lenta para correr con nosotros.”

Lulu se volvió a sentir desanimada.

Entonces, comenzó a pasear por la granja, pensando en cómo podría jugar. Mientras caminaba, vio a un grupo de patos chapoteando en el estanque. Se acercó con curiosidad.

- “¡Hola, patitos! ¿Puedo jugar con ustedes? ” - les preguntó.

- “Claro, pero solo si puedes zambullirte aquí.” - dijo uno de los patos burbujeando.

- “¡Quiero jugar Zambullidas! ” - gritó Lulu.

Sin embargo, al intentar zambullirse, su gran cuerpo no encajó en el agua como el de los patos. Defraudada, se sentó al borde del estanque y comenzó a llorar.

Justo entonces, un pequeño ratón llamado Tico se acercó con su sombrero de paja.

- “¿Qué te pasa, Lulu? ” - preguntó, preocupado.

- “Quiero jugar, pero no puedo. No soy buena en lo que hacen los otros animales” - se lamentó la vaca.

Tico sonrió.

- “¡Espera! Tal vez deberíamos inventar un juego todos juntos.”

Intrigada, Lulu preguntó:

- “¿Cómo? ”

Tico explicó su idea:

- “Podemos crear un juego donde cada uno use sus habilidades. ¡Sería muy divertido! ”

Así, Lulu y Tico fueron a buscar a otros animales de la granja. Juntos, fueron al gallinero, al establo y al estanque, invitando a las gallinas, los caballos y los patos.

- “¡Juguemos a ‘La Gran Carrera de Obstáculos del Campo’! ” - propuso Tico, emocionado.

Cada animal se asignó una parte del desafío:

- Las gallinas tendrían que picotear el suelo en busca de semillas ocultas,

- Los caballos correrían en línea recta, y

- Los patos chapotearían y crearían pequeñas olas en el estanque.

- Y Lulu... ¡tendría que saltar!

- “¿Yo saltar? Pero soy muy pesada para eso” - dudó Lulu.

- “No importa, lo importante es que tengas fe en ti misma y que lo intentes. ¡Lo haremos juntos! ” - alentó Tico.

El día de la carrera llegó. Todos los animales se alinearon, y cuando se dio la señal:

- “¡Listos, listos, ya! ” - gritaron al unísono.

Las gallinas comenzaron a picotear, los caballos galoparon mientras que los patos chapoteaban. Y Lulu, con un gran impulso, dio un salto impresionante.

- “¡Lo logré! ” - gritó Lulu, llena de alegría al saltar una pequeña valla que le habían armado.

Todos los animales aplaudieron emocionados mientras Tico silbaba en celebración. Al final, no importó quién ganó, porque ¡todos se divirtieron juntos!

Lulu, por fin, pudo jugar y se dio cuenta de que no necesitaba ser como los demás para disfrutar.

El juego que crearon unió a todos los animales. Lulu sonrió y dijo:

- “Soy una vaca, y puedo hacer cosas diferentes, y eso es genial.”

Desde ese día, la granja se llenó de risas y juegos variados. Siempre había algo nuevo que inventar, y Lulu se sintió más feliz que nunca.

Y así, la vaca que solo quería jugar descubrió que ser diferente no solo es divertido, sino también especial. ¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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