El Juego de Monty y su Gran Paradoja



Había una vez, en un colorido pueblo llamado Adivinópolis, un niño llamado Tomás que siempre soñaba con ser un gran estratega. Le encantaba resolver acertijos y jugar juegos de ingenio con sus amigos. Un día, se organizó un emocionante concurso en el parque del pueblo, y el gran premio era una bicicleta nueva y reluciente.

Tomás estaba muy emocionado y decidió inscribirse inmediatamente. "¡Voy a ganar esa bicicleta!"- decía con una gran sonrisa mientras se dirigía al parque.

Al llegar, vio que muchos niños ya estaban allí. En el centro, había un gran escenario con un hombre de bigotes llamado Monty que sería el conductor del concurso. "¡Bienvenidos, chicos! Hoy jugaremos a un juego muy divertido. ¡El Juego de Monty Hall!"- anunció Monty con una voz amistosa.

"¿Qué es eso?"- preguntó Flor, una niña muy curiosa que estaba cerca de Tomás.

"Muy fácil, Flor. Tendrán que elegir una de tres puertas. Detrás de una de ellas hay una bicicleta, y detrás de las otras dos, hay cabras ¡Que dan mucha leche!"- explicó Monty.

Los niños se miraron confundidos, pero la idea de tener una bicicleta era muy interesante.

"¡Yo elijo la puerta número uno!"- gritó Leo, uno de los amigos de Tomás.

"Yo elijo la dos!"- dijo Flor, sin dudar.

"Entonces yo elijo la tres."- decidió Tomás, entusiasmado.

Monty sonrió y dijo: "Muy bien, ahora les voy a mostrar una de las puertas que no eligieron. ¡Voy a abrir la puerta número dos!"- Y, efectivamente, Monty abrió la puerta número dos, y ¡sorpresa! Detrás de ella había una cabra que comenzó a balar.

Tomás se sentía confundido. "Monty, ¿por qué abriste la puerta que no elegí?"- preguntó intrigado.

"Porque siempre sé cuál es la puerta con la cabra. Ahora que sabes que la puerta dos está ocupada por una cabra, puedes cambiar tu elección. ¿Quieres mantener la puerta tres o cambiar a la puerta uno?"- explicó Monty.

Tomás pensó por un momento. Sabía que cambiar de puerta podría ser una buena estrategia, pero también le daba un poco de miedo.

"No estoy seguro..."- murmuró, mirando a Leo y Flor, quienes también parecían indecisos.

"¡Cambiá!"- les gritó Leo.

"No sé... Si elijo la puerta uno, puedo quedarme con la que ya elegí..."- respondió Tomás, tocándose la barbilla.

"Pero si cambias, tienes más posibilidades de ganar la bicicleta. ¡Es un desafío!"- insistió Flor.

"Sí, Tomás, ¡Anímate!"- agregó Leo entusiasmado.

Después de pensarlo un poco más, Tomás decidió seguir el consejo de sus amigos. "¡Voy a cambiar y elijo la puerta uno!"- exclamó, sintiendo que había tomado una decisión valiente.

Monty, con una sonrisa en su rostro, abrió la puerta número tres. Y... ¡sorpresa! Detrás de ella había una cabra adorable que saltó felizmente.

"Ahora, veamos qué hay detrás de la puerta número uno, donde Tomás ha decidido cambiar su elección..."- dijo Monty mientras giraba lentamente la puerta.

¡Y allí estaba la bicicleta! Tomás no podía creerlo.

"¡Lo logré! ¡Gané la bicicleta!"- gritó, corriendo hacia su nuevo premio.

Los otros niños aplaudieron y celebraron su victoria. "Tomás, ¡sos un genio!"- le dijo Leo.

"Sí, tomaste el riesgo y te salió bien. Eso fue muy inteligente de tu parte."- agregó Flor.

Tomás sonrió feliz. "Gracias, chicos. Aprendí que a veces cambiar de estrategia puede llevarnos a grandes sorpresas. Es bueno pensar las cosas desde diferentes perspectivas, aunque sea difícil."-

Así, Tomás no solo ganó una bicicleta, sino que también aprendió una valiosa lección sobre la importancia de la estrategia y el valor de escuchar a los amigos. Y mientras paseaba en su nueva bicicleta por Adivinópolis, supo que cada día era una oportunidad para aprender algo nuevo, ya sea en un juego o en la vida misma.

Fin.

FIN.

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