El Juego del Coraje


Ailén era una niña muy curiosa y alegre, siempre estaba dispuesta a explorar el mundo que la rodeaba. Sin embargo, había una cosa que la asustaba mucho: quedarse sola en el jardín de su casa.

Cada vez que su mamá le decía que tenía que jugar un rato sola mientras ella hacía las tareas del hogar, Ailén se ponía a llorar y pedía desesperadamente que no la dejara sola.

Su madre intentaba explicarle que no pasaba nada malo en el jardín, pero Ailén seguía sintiendo miedo. Un día, mientras jugaban juntas en el parque cercano a su casa, Ailén vio a unos niños mayores jugando al escondite.

Le llamó tanto la atención ese juego que le pidió a su mamá jugar también. Jugaron varias veces y cada vez Ailén se divertía más. Cuando llegaron a casa, Ailén le dijo emocionada a su mamá: "Mamá, ¿podemos jugar al escondite en nuestro jardín?".

La mamá de Ailén aceptó encantada y empezaron a jugar. A primera vista parecía ser solo un juego más para los dos, pero poco tiempo después se convirtió en algo más significativo para ambos.

La madre de Ailén comenzó a notar cómo su hija comenzaba a sentirse más segura de sí misma mientras jugaban; poco a poco iba perdiendo ese miedo irracional e infundado hacia el espacio exterior del hogar.

Cada vez que salían al jardín para jugar al escondite, lo hacían con más entusiasmo mientras reían y gritaban. Ailén se sentía más segura y empezaba a disfrutar de su tiempo sola en el jardín.

Un día, mientras jugaban al escondite, la mamá de Ailén decidió esconderse detrás de un árbol del jardín. Ailén buscó por todos lados pero no podía encontrarla. De repente, escuchó una risa desde detrás del árbol y corrió hacia allí para encontrar a su mamá. "-¡Mamá! ¡Te encontré!", gritó emocionada.

"¡Eso estuvo muy bien hecho, hija! ¡Estoy muy orgullosa de ti!", respondió su madre con una sonrisa en el rostro. A partir de ese día, Ailén ya no temía quedarse sola en el jardín.

Sabía que si se sentía asustada o insegura podía llamar a su mamá para jugar al escondite y así perder sus miedos poco a poco.

Y así fue como Ailén aprendió que enfrentar sus miedos era mucho más fácil cuando tenía alguien cerca que la apoyara y le diera confianza.

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