El juego del esfuerzo



Era un día soleado en un pequeño barrio argentino donde vivían dos amigos inseparables, Tomás y Lucas. Tomás era un chico divertido y siempre estaba dispuesto a hacer reír a sus amigos, pero había un pequeño problema: no sabía jugar al fútbol. A pesar de que a todos les encantaba el deporte, Tomás nunca se sentía cómodo cuando era momento de patear la pelota.

Un día, mientras sus amigos estaban en el parque jugando, Lucas se acercó a Tomás, que estaba sentado en un banco, contemplando la diversión desde la distancia.

"¿Por qué no te venís a jugar, Tomás? Es muy divertido."

"No sé, Lucas. No soy bueno en esto. Siempre me equivoco."

Lucas sonrió con complicidad y le dijo:

"No pasa nada. Lo importante es intentarlo. Vamos, yo te ayudo."

Con un poco de empuje de Lucas, Tomás decidió intentarlo. Se acercó al grupo y recibió la pelota con un par de pasos temerosos. Justo cuando iba a patear, se cayó al suelo. Todos comenzaron a reírse.

"No te preocupes, Tomi", dijo Lucas ayudándolo a levantarse. "A todos les pasa, esta vez lo hiciste muy bien porque te caíste. ¡Eso es parte de aprender!"

Tomás se sonrojó, pero la risa de sus amigos no le desanimó. En cambio, decidió seguir practicando. Durante las siguientes semanas, Lucas y Tomás jugaban todos los días después de la escuela, y aunque Tomás aún no pateaba la pelota como los demás, cada vez lo hacía un poco mejor.

Un día, Lucas le trajo una gran noticia:

"¡Tomás, hay un torneo de fútbol en el barrio! ¿Te gustaría participar conmigo en el equipo?"

"¿M-me? ¡Pero no sé jugar! ¿No sería mejor que jueguen los que son buenos?"

"¡No! Quiero que seas parte de mi equipo. Todos tenemos algo que aportar, incluso si no eres el mejor. Lo más importante es que te diviertas."

Después de pensarlo un momento, Tomás aceptó. Empezaron a entrenar en serio, y Lucas lo animaba cada vez que cometía un error.

El día del torneo llegó, y Tomás apareció nervioso con su uniforme. El primer partido fue emocionante, pero también aterrador. El equipo contrario era muy bueno y al principio, Tomás no tocó la pelota. Pero al final, cuando el juego estaba en miras del triunfo, Lucas le pasó la pelota.

"¡Tomás! ¡Patea! ¡Confiá en vos mismo!"

Tomás sintió cómo su corazón latía con fuerza y, en un momento de decisión, pateó la pelota con todas sus fuerzas. ¡La pelota voló y... entró en el arco!

Todos comenzaron a gritar de alegría.

"¡GOL! ¡Lo lograste!"

Tomás no podía creerlo. Había hecho un gol en su primer torneo. La gente aplaudía y sus amigos lo abrazaban, y él se sintió más feliz que nunca. Luchó contra sus miedos y logró algo que pensó que nunca podría hacer.

Al final del torneo, su equipo no ganó el primer lugar, pero eso no importó. Lo que realmente importaba era lo que aprendió. Tomás descubrió que podía hacer cosas que no creía posibles, si se esforzaba y se rodeaba de amigos que lo apoyaban.

Lucas le dio un abrazo y le dijo:

"Ves, Tomi. No es solo sobre ganar. Es sobre disfrutar, aprender y hacer cosas juntos."

"Gracias, Lucas. Nunca habría hecho esto sin vos. Ahora sé que puedo intentarlo todo. ¡Vamos por más!"

Así, cada vez que un balón rodaba por el barrio, Tomás sonreía con confianza, recordando que lo importante era el esfuerzo y la amistad que había compartido con Lucas.

FIN.

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