El Juego del Inventor



Era un día soleado en el parque, y un grupo de chicos jugaba mientras el viento despeinaba sus cabellos. Entre ellos, había dos amigos muy especiales: Mia, que se movía en su colorida silla de ruedas y siempre tenía una sonrisa, y Leo, un niño veloz que amaba correr y explorar.

"¡Mia, ven!" -gritó Leo mientras correteaba alrededor de un árbol.

"¡Esperame, Leo!" -respondió Mia, realizando un giro impresionante con su silla para seguirlo.

Mia había estado pensando en un nuevo juego. Se le ocurrió que podían hacer una búsqueda del tesoro.

"Leo, ¿qué te parece si hacemos una búsqueda del tesoro?" -propuso Mia con entusiasmo. "Podemos esconder pistas por todo el parque."

"¡Sí! ¡Me encanta!" -exclamó Leo, saltando de alegría. "¿Y qué será el tesoro?"

"Un super juguete que ganará quien encuentre la última pista." -respondió Mia.

Con el plan decidido, comenzaron a recolectar objetos y a pensar en las pistas. Mia utilizaba su creatividad para inventar acertijos, mientras Leo se encargaba de esconder las pistas como un rayo.

El primer desafío fue esconder la primera pista en la fuente. Cuando Leo corrió hacia allí, no se percató de que unos chicos más grandes estaban jugando a un juego de pelota cerca de la fuente.

"Leo, ¡cuidado!" -gritó Mia. Pero fue demasiado tarde. Leo chocó sin querer con uno de los chicos.

"¿Qué hacés?" -dijo el chico con desdén. "¡No podés estar en medio de nuestro juego!"

Leo se sintió un poco avergonzado y se puso triste. Pero Mia, con su sabiduría, decidió intervenir.

"¡Hola! ¿Quieren unirse a nuestro juego de la búsqueda del tesoro?" -propuso Mia con una gran sonrisa.

Los chicos se miraron entre ellos, intrigados.

"¿De qué se trata?" -preguntó uno de ellos.

"¡Es fácil! Tenemos pistas escondidas. Quien las encuentre primero, ganará un juguete especial. Puedes jugar también" -dijo Leo, animado.

Los chicos dudaron un momento, pero la curiosidad los ganó.

"Está bien, ¡cuéntenos!" -respondieron.

Así que, juntos, empezaron la búsqueda del tesoro. Juntos, todos colaboraron y Mia fue notando que, al hacerlo como equipo, los otros chicos comenzaron a ver más allá de sus diferencias. La creatividad de Mia inspiró a los nuevos amigos y Leo los hacía reír con sus carreras para encontrar las pistas.

Poco después, encontraron el mapa que llevaba a la última pista en un arbusto cerca del mirador, justo donde todos los niños se juntaban.

"Acá está, ¡la última pista!" -gritó Leo mientras señalaba el papel arrugado que había encontrado.

"Lean, ¿qué dice?" -preguntó uno de los chicos.

"Para encontrar el tesoro, busquen donde los patos nadan en paz," -leyó Mia.

Todos rieron al darse cuenta de que debían ir a la laguna. Cuando llegaron a la laguna, vieron a los patos nadando tranquilos.

"¡Miren! Ahí está el tesoro... ¡sólo tenemos que bucear!" -dijo Leo, pero luego se dio cuenta de que no podían simplemente meter la mano en el agua.

"Esperen, ¿y si hacemos un boomerang con palos y cuerdas para sacar el juguete?" -sugirió Mia.

Y así, la creatividad de Mia volvió a brillar. Juntos, recogieron palos y encontraron unas cuerdas. Con un poco de ayuda, lograron crear un boomerang improvisado.

"¡Listo!" -dijo Leo mientras lanzaba el boomerang al agua. Con un poco de táctica y risas, el boomerang volvió con el tesoro.

"¡Lo logramos!" -gritó un niño emocionado.

Cuando sacaron el juguete, era un hermoso rompecabezas de colores.

"Que sorpresa, ¡es un juego para todos!" -dijo uno de los chicos, mirando a Mia. "Mia, ¡ustedes son los mejores!"

"Funcionamos mejor juntos, ¿no?" -respondió Mia, sonriendo.

Desde ese día, todos se convirtieron en amigos inseparables. Aprendieron que al unir fuerzas se podía hacer cualquier cosa, y que la creatividad y el trabajo en equipo siempre brindan los mejores momentos de diversión. El parque no solo era su lugar de juego, sino un espacio donde creó un grupo lleno de alegría y colaboración, gracias a la imaginación de Mia y la energía de Leo.

FIN.

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