El juego del monstruo y el humano



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos primos llamados Marcelo y Kike. Marcelo era un niño curioso y aventurero, mientras que Kike siempre estaba buscando nuevas formas de divertirse.

Un día, Kike se acercó a Marcelo con una sonrisa traviesa en su rostro. "¡Marcelo, tengo un juego emocionante para nosotros!"- exclamó Kike.

Marcelo miró a su primo con interés y preguntó: "¿De qué se trata el juego, Kike?"Kike le explicó emocionado: "Es el juego del monstruo y el humano. Tú serás el humano y yo seré el monstruo. Debes taparte con una sábana y no dejar que te huela los pies.

Si logro oler tus pies antes de que llegues a la meta, ganaré". Marcelo dudó por un momento, pero finalmente aceptó jugar al interesante juego propuesto por su primo mayor. Ambos se dirigieron al jardín trasero de la casa donde había muchos árboles frondosos y arbustos espesos.

Marcelo se descalzó como le pidió Kike y se envolvió en una sábana blanca como si fuera un fantasma amigable. La adrenalina comenzaba a fluir por sus venas mientras escuchaba cómo Kike contaba hasta diez para empezar a buscarlo.

El pequeño Marcelo sabía que debía usar toda su astucia para evitar ser encontrado por el olfato agudo de su primo mayor. Comenzó a moverse sigilosamente entre los arbustos sin hacer ruido alguno.

Kike buscaba a Marcelo en cada rincón del jardín, olfateando el aire con determinación. Pero Marcelo era un niño rápido y ágil, saltaba de un lado a otro sin dejar rastro alguno. Su plan era despistar a Kike durante el mayor tiempo posible.

El juego se volvió más emocionante cuando Marcelo decidió subirse al árbol más alto del jardín. Desde allí, podía ver todo lo que sucedía a su alrededor y planear sus movimientos con astucia.

Kike seguía buscando por todos lados, pero no lograba encontrarlo. El tiempo pasaba y la desesperación comenzaba a invadirlo. Sin embargo, no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente. Marcelo decidió bajar del árbol para sorprender a Kike desde una dirección inesperada.

Se acercó sigilosamente por detrás de su primo y cuando estuvo cerca de él, le dio un pequeño susto tocándole el hombro. "¡Ahh! ¡Me has asustado!"- exclamó Kike mientras se sobresaltaba. Marcelo rió divertido y dijo: "Te atrapé, primo.

No pudiste olerme los pies". Ambos se miraron entre risas mientras disfrutaban del juego que habían creado juntos. Aprendieron que trabajar en equipo y usar la astucia puede llevarlos al éxito en cualquier situación.

Desde ese día, Marcelo y Kike se convirtieron en grandes amigos inseparables. Juntos vivieron muchas aventuras más, siempre recordando aquel emocionante juego del monstruo y el humano como una muestra de la importancia de la creatividad y el ingenio.

Y así, en aquel pequeño pueblo argentino, estos dos primos demostraron que a través de la diversión y la imaginación, se pueden aprender valiosas lecciones que perdurarán para siempre.

FIN.

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