El juego del mundo nuevo
Había una vez un valiente niño llamado Esteban, que vivía en un pequeño pueblo junto a su familia. Un día, sus padres le dijeron que iban a mudarse a un nuevo país en busca de mejores oportunidades.
Esteban estaba emocionado y asustado al mismo tiempo. Nunca antes había dejado su hogar y no sabía qué esperar en ese nuevo lugar. Pero confiaba en sus padres y sabía que harían lo mejor para él.
Después de un largo viaje, finalmente llegaron al nuevo país. Todo era diferente: las calles, los edificios e incluso el idioma se escuchaba distinto. Esteban se sentía perdido y desorientado.
Un día, mientras caminaba por el parque con su madre, vio a otros niños jugando juntos. Se acercó tímidamente y les preguntó si podía unirse a ellos. "¡Hola! Mi nombre es Esteban ¿Puedo jugar con ustedes?"- preguntó Esteban con una sonrisa nerviosa.
Los niños miraron a Esteban con curiosidad y luego entre ellos asintieron con entusiasmo. "¡Claro! ¡Ven! Jugaremos fútbol"- respondió uno de los niños. Aunque no entendía todas las palabras que decían, Esteban encontró la alegría en el lenguaje universal del juego.
Corrió detrás de la pelota sin importarle si cometía errores o si pronunciaba mal algunas palabras. Con el tiempo, Esteban comenzó a aprender el idioma del nuevo país gracias a sus nuevos amigos.
Ellos eran pacientes y le enseñaban nuevas palabras cada día mientras jugaban juntos. Un día, Esteban se enteró de una competencia de arte en la escuela. Aunque nunca había pintado antes, decidió darlo todo y participar.
Pidió ayuda a sus amigos para entender las instrucciones y comenzó a dibujar con entusiasmo. Cuando llegó el día de la competencia, Esteban estaba nervioso pero emocionado. Miraba los hermosos dibujos de los demás niños y pensaba que no tenía oportunidad de ganar.
Pero cuando anunciaron al ganador, todos quedaron sorprendidos al escuchar el nombre de Esteban. Había ganado el primer premio por su increíble talento para capturar la belleza del nuevo país en su dibujo. Esteban estaba lleno de alegría y orgullo.
Se dio cuenta de que aunque era diferente y había dejado atrás su antiguo hogar, podía encontrar un lugar especial en este nuevo país. Con el tiempo, Esteban se convirtió en un niño muy querido por todos en su comunidad.
Compartía sus habilidades artísticas con otros niños migrantes y les enseñaba cómo expresarse creativamente a través del arte. Esteban aprendió que no importa dónde estés o qué idioma hables; siempre puedes encontrar tu camino si tienes valentía, determinación y amabilidad hacia los demás.
Y así, Esteban demostró al mundo que los sueños pueden hacerse realidad incluso cuando te encuentras lejos de casa.
Su historia inspiradora nos recuerda que todos somos capaces de adaptarnos y triunfar si creemos en nosotros mismos y abrimos nuestros corazones a nuevas experiencias. Fin
FIN.