El Juego del Sembrador
Había una vez un señor llamado Don Ramiro, que era conocido en su pueblo por su valentía. No había desafío que lo asustara, ni criatura que lo hiciera temblar. Un día, mientras contaba historias de sus hazañas a un grupo de niños en la plaza, uno de ellos le preguntó:
"¿Es cierto que podés engañar al diablo, Don Ramiro?"
Don Ramiro, con una sonrisa arrogante, respondió:
"¡Por supuesto! No hay nada que me asuste. Yo puedo engañar hasta al diablo mismo si se me antoja."
Los niños se miraron entre ellos, asombrados. Uno de ellos, llamado Miguel, sugirió:
"¿Por qué no lo hacés, Don Ramiro?"
Don Ramiro lo pensó y decidió que iba a demostrar su valentía. Con un tono desafiante, exclamó:
"Voy a invocar al diablo y le propondré un juego. Si él no puede ganarme, será mi amigo para siempre."
Esa misma noche, Don Ramiro, con una linterna en mano y un gran espíritu de desafío, se adentró en el bosque. Allí, dibujó un símbolo en el suelo y con voz poderosa, invocó al famoso diablo.
Para su sorpresa, una figura oscura apareció ante él, con una sonrisa astuta.
"Hola, Don Ramiro. He oído mucho de tu valentía. ¿Qué es lo que deseas?"
Don Ramiro, sin titubear, dijo:
"Propongo un juego: juguemos a sembrar. Tú siembras tu miedo y yo sembraré valentía. A ver quién logra cosechar más."
El diablo, intrigado, aceptó la propuesta.
"Muy bien, Don Ramiro. Pero recuerda, yo siempre juego para ganar. ¿Dónde comenzamos?"
Se encontraron en un claro del bosque. A cada uno se le dio una parte de tierra vacía. El diablo, con una mágica sonrisa, comenzó a sembrar pequeños granos oscuros que, al caer al suelo, se transformaban en plantas espinosas y aterradoras.
Don Ramiro, por su parte, decidió sembrar semillas de flores brillantes, que recordaban a los colores del arcoíris.
"No hay nada que temer, puedo con esto," murmuró mientras trabajaba.
Pasaron las horas y la oscuridad se hacía más densa. El diablo, viendo que las plantas aterradoras comenzaban a crecer rápidamente, se burló de Don Ramiro.
"¿Vas a rendirte? Mira cómo crecen mis plantas. Cada espino representa un miedo, y vos no tenés nada que me ofrezcas."
Don Ramiro no se dejó llevar por el miedo y siguió trabajando en su campo.
"Puede que tus plantas crezcan rápido, pero yo tengo la luz de la esperanza. Mis flores también crecerán, solo necesitan tiempo," respondió, convencido.
Los dos continuaron sembrando hasta que, finalmente, llegó la mañana. El diablo, con gran satisfacción, se dio cuenta de que sus plantas espinosas eran grandes y amenazantes, mientras que las flores de Don Ramiro comenzaban a florecer con una belleza sorprendente.
"¿Qué? ¡Esto no puede ser!" gritó el diablo, sorprendido por lo que veía.
"La valentía no siempre brilla con ferocidad, querido diablo. La verdadera valentía está en cultivar lo positivo, no lo negativo," dijo Don Ramiro con una sonrisa.
El diablo, frunciendo el ceño, entendió que había subestimado la fuerza de la esperanza y la bondad. En ese momento, las espinas comenzaron a marchitarse, mientras que las flores de Don Ramiro brillaban aún más intensamente.
"Has ganado, Don Ramiro. Eres más astuto de lo que parece. Te ofrezco mi amistad, ¿será que puedes enseñarme a sembrar lo bueno?"
Don Ramiro, sin dudarlo, asintió.
"Claro que sí, podemos aprender juntos. Todos necesitamos un poco de luz en nuestras vidas."
Desde aquel día, el diablo y Don Ramiro se convirtieron en amigos. Juntos comenzaron a sembrar en el bosque, creando un jardín de flores brillantes. Y así, el pueblo aprendió que incluso el más temido podía cambiar si se le daba la oportunidad de crecer con bondad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
A menudo, miramos al miedo como algo insuperable, pero en realidad, podemos elegir sembrar valentía y esperanza en su lugar. Siempre hay una oportunidad para crecer y aprender algo nuevo.
FIN.