El Juego Inesperado



Era un sábado soleado en el pequeño pueblo de Villa Esperanza. Tomás, un niño de quinto año, había planeado un día divertido en el parque. Con su pelota de fútbol bajo el brazo, salió de su casa con una gran sonrisa. Pero en lugar de encontrar a sus amigos, se topó con un curioso caballo y un pequeño gato que lo miraban desde la sombra de un árbol.

"¡Hola! ¿Cómo te llamás?" - preguntó Tomás al caballo, que tenía un brillante pelaje castaño.

"Me llamo Estrella, ¿y vos?" - respondió el caballo, moviendo su cabeza con gracia.

"Soy Tomás. Estoy buscando a mis amigos para jugar a la pelota. ¿Querés jugar?"

"¡Claro!" - exclamó Estrella, emocionada.

"Pero, ¿qué tiene que ver un caballo con el fútbol?" - preguntó el gato que se había acercado, mientras se estiraba perezosamente bajo el calor del sol.

"Me llamo Roco, y pienso que jugar con una pelota es algo muy divertido, aunque no sé si puedo correr tanto como ellos" - agregó mientras se acomodaba la cola.

Tomás se rió.

"No te preocupes, Roco. ¡Podemos jugar de alguna manera!"

Así, Tomás comenzó a mostrar a Estrella y a Roco cómo jugar a la pelota. Juntaron un poco de espacio en el parque, y organizó un pequeño campo.

"Roco, vos podés ser el árbitro. Estrella y yo seremos los equipos. ¡Mirá cómo lo hacemos!" - dijo Tomás, pateando suavemente la pelota hacia Estrella.

"¡Genial!" - dijo Estrella, adelantándose para recibirla.

Con un suave empujón, Estrella le pasó la pelota a Tomás, que se reía mientras intentaba dominarla. Sin embargo, había un problema: la pelota comenzaba a rodar hacia la colina.

"¡Corre!" - gritó Roco desde un lado.

Estrella galopó detrás de la pelota mientras que Tomás trataba de alcanzarla también. Pero cuando llegaron a la cima de la colina, la pelota se detuvo justo al borde de un pequeño arroyo.

"¡Cuidado!" - advirtió Roco.

"No te acerques demasiado, Estrella. La pelota podría caer al agua!" - exclamó Tomás, intentando correr hacia ella.

De repente, una pequeña brisa hizo que la pelota comenzara a rodar de nuevo, esta vez hacia la orilla. Tomás y Estrella se lanzaron a correr con todas sus fuerzas, tratando de alcanzarla. Pero cuando la pelota casi se sumergía en el agua, Roco saltó ágilmente.

"¡Yo puedo ayudar!" - dijo el gato mientras se lanzaba en un salto.

Con un movimiento rápido, Roco atrapó la pelota antes de que cayera al arroyo, aterrizando con gracia en la orilla.

"¡Lo logré! ¡Soy un héroe!" - exclamó Roco, contento mientras agarraba la pelota en su boca.

Tomás los miró, fascinado.

"¡Sos un gato increíble, Roco! ¡No puedo creer que hayas sido tan rápido!"

"Gracias, pero no lo habría podido hacer sin la ayuda de Estrella" - respondió Roco, mientras se dejaba acariciar por Tomás.

Durante el resto de la tarde, jugaron con la pelota y se divirtieron mucho. Pero no sólo jugaban; aprendieron a colaborar, a cuidarse mutuamente y a ser creativos en la manera en que jugaban juntos.

Finalmente, cuando el sol comenzó a ponerse, Tomás fue el primero en hablar.

"¡Fue un día genial! Nunca pensé que podría jugar a la pelota con un caballo y un gato. Me enseñaron que no importa nuestras diferencias, ¡se puede tener diversión si trabajamos juntos!"

"¡Así es!" - agregó Estrella, con su voz melodiosa. "Siempre es mejor jugar con amigos, sin importar si son grandes o pequeños."

"¡Qué buena lección!" - finalizó Roco, mientras se estiraba en el césped.

Y así, bajo la luz dorada del atardecer, Tomás, Estrella y Roco se despidieron, llenos de alegría y esperando que el próximo fin de semana pudieran volver a jugar juntos.

FIN.

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