El juego secreto de Jesús
Un día, mientras Jesús caminaba por las calles de Nazaret, vio a un grupo de niños jugando en el parque. Se acercó y se sentó con ellos en el césped.
- ¡Hola chicos! ¿Qué están haciendo? - preguntó Jesús sonriendo. - Estamos jugando al escondite - respondió Tomás, el niño más travieso del pueblo. - ¡Eso suena divertido! ¿Puedo jugar con ustedes? - preguntó Jesús emocionado.
Los niños asintieron con entusiasmo y comenzaron a contar hasta diez mientras Jesús se escondía. Los niños corrieron por todo el parque buscándolo, pero no podían encontrarlo en ninguna parte. Finalmente, María, una niña muy astuta, tuvo una idea brillante. Decidió buscar a Jesús en la iglesia del pueblo.
Cuando entró, vio que la puerta del confesionario estaba ligeramente entreabierta. María empujó la puerta y encontró a Jesús dentro del confesionario riendo suavemente. - ¡Te encontré! - exclamó María emocionada.
Jesús salió del confesionario y abrazó a María cariñosamente. Todos los demás niños se reunieron alrededor de ellos para celebrar haber encontrado al maestro sabio y bueno.
Después de un rato, todos se sentaron en círculo mientras Jesús les contaba una historia sobre un perro llamado Max que quería aprender a volar. Max había visto cómo los pájaros volaban alto en el cielo y deseaba poder hacerlo también. Max intentaba saltar lo más alto que podía, pero siempre caía al suelo.
Se sentía triste y desanimado. Un día, un pájaro llamado Pablo se acercó a Max y le dijo:- Max, no puedes volar porque eres un perro. Pero eso no significa que no puedas hacer cosas maravillosas.
Todos somos especiales de diferentes maneras. Max pensó en las palabras de Pablo y decidió hacer algo especial con sus habilidades únicas. Descubrió que era muy bueno para correr rápido y comenzó a participar en carreras de perros.
Pronto, Max se convirtió en el perro más rápido del pueblo y todos lo admiraban por sus increíbles habilidades. Aunque nunca pudo volar como los pájaros, Max encontró su propio camino para destacarse.
Los niños escucharon atentamente la historia de Jesús y aprendieron una valiosa lección: cada uno tiene talentos y habilidades únicas que los hacen especiales. Después de la historia, los niños jugaron juntos durante horas más mientras Jesús los observaba con alegría.
Estaba feliz de ver cómo habían comprendido el mensaje de la historia y cómo estaban disfrutando su tiempo juntos. Al final del día, Jesús se despidió de los niños con una sonrisa cálida en su rostro.
- Recuerden chicos, siempre sean ustedes mismos y aprovechen al máximo sus talentos - les dijo antes de marcharse. Los niños asintieron emocionados sabiendo que habían tenido un día especial junto a alguien tan sabio como Jesús. Se prometieron seguir buscando maneras de brillar con sus propias luces.
Desde ese día, todos los niños del pueblo recordaron la valiosa lección que Jesús les había enseñado y se esforzaron por ser ellos mismos en todo momento.
Y así, Nazaret se convirtió en un lugar lleno de niños felices y talentosos que siempre recordarían al hombre sabio y bueno llamado Jesús.
FIN.