El Jugo y las Computadoras
Era un soleado día en la escuela El Arcángel. Los niños corrían llenos de energía por el patio, pero en el salón de computación, todo estaba en silencio y expectante. Hoy era un día especial: el nuevo alumno, Lucas, iba a conocer el salón que tanto le habían comentado.
Mientras tanto, Matías, un niño que ya conocía muy bien las reglas del salón de computación, veía a Lucas desde lejos. Lucas era un pibe con una sonrisa grande y un jugo de naranja en la mano.
"¡Hola! ¿Sos el nuevo?" -aulló Matías, acercándose.
"Sí, soy Lucas. Estoy muy emocionado por estar aquí. ¡Hoy quiero jugar con las computadoras!" -respondió Lucas, tomando un sorbo de su jugo.
Matías se quedó mirando el jugo, arqueando una ceja.
"Esperá, Lucas. Antes de entrar, tenés que saber algo. En el salón de computación hay unas reglas muy importantes. ¡No se puede entrar con comida ni bebida!"
Lucas frunció el ceño, confundido.
"¿Pero por qué? A mí me gusta disfrutar de mi jugo mientras juego. Además, tengo mucha sed. ¿No puedo tomarlo un ratito mientras uso la computadora?"
Matías sonrió y cruzó los brazos.
"Entendés que las computadoras son muy delicadas. Si derramás un poco de jugo, se puede romper todo. Y no queremos eso, ¿verdad?" -dijo mientras miraba a Lucas.
Lucas pensó por un momento, y luego dijo con tristeza:
"Pero no quiero perderme la diversión de conocer el salón. ¡No puedo dejar mi jugo afuera!"
En ese instante, Matías tuvo una idea.
"¿Sabés qué? Te propongo algo. Vamos a hacer un trato. Entramos a conocer el salón, y después vamos a la fuente a tomar el jugo. Así, mientras jugamos, no te preocupás por nada. ¿Te parece?"
Los ojos de Lucas brillaron.
"¡Sí! Eso suena genial. ¡Vamos!"
Los dos entraron al salón de computación. Matías le mostró las mesas ordenadas, las computadoras con monitores brillantes y los carteles sobre el uso responsable de la tecnología.
"Mirá, cada computadora tiene su nombre, y nunca podemos cambiarles los monitorees ni llevarnos nada. ¡Y siempre, siempre, hay que cuidar el teclado!" -Matías explicaba, mientras señalaba las cosas.
Lucas asentía emocionado, escuchando atentamente cada palabra. Pero cuando Matías le mostró los juegos en línea, se sintió aún más intrigado.
"¿Y qué juego es ese?" -preguntó con curiosidad.
Matías se dio cuenta de que había olvidado mencionar una regla importante.
"Oh, ese es el afamado 'Cazadores de Monstruos', pero hay que tener cuidado con el tiempo. Solo se puede jugar 30 minutos, para que todos tengan la oportunidad de usar las computadoras. No queremos que se nos pase la hora de clase. Además, el profesor dice que el tiempo en la computadora debe ser productivo también. ¡Hacemos tareas y aprendemos!"
Lucas estaba maravillado por lo que escuchaba, y ya no se sentía triste por dejar su jugo afuera. Disfrutaba de cada palabra de Matías.
"Guau, me encanta todo esto" -exclamó.
"Me alegra haber venido con vos, Matías. No sabía que había tantas cosas interesantes en un salón de computación."
Matías sonrió satisfecho.
"Siempre hay mucho que aprender. Y no olvides, también hay que ayudar a los demás a usar las computadoras con respeto. Si ves que alguien no respeta las normas, hay que recordárselo de una manera amable.
Después de conocer el salón, los dos amigos salieron a tomar jugo. Mientras saboreaban su bebida, se hicieron muchas preguntas sobre los juegos, las computadoras, y los trabajos que tendrían que hacer.
"¿Ahora voy a poder venir todos los días?" -preguntó Lucas.
"Sí, pero siempre con las normas en mente. Y no olvides que el salón de computación es un lugar de aprendizaje e inclusión. Cada uno debe poder divertirse y aprender por igual. ¿Cómo te sentís, Lucas?" -preguntó Matías.
"¡Feliz! Estoy preparado para ser el mejor alumno del salón de computación. Gracias por ayudarme, Matías" -sonrió Lucas.
Y así, desde ese día, Lucas no solo se convirtió en un gran amigo de Matías, sino que también aprendió a cuidar el salón de computación y a seguir las normas para que todos pudiesen disfrutar juntos.
A veces, las reglas existen solo para ayudarnos a vivir mejor. Con una buena charla y un poco de entendimiento, las cosas pueden tomarse de una forma distinta. Y lo que parecía un pequeño inconveniente, se transformó en una hermosa amistad en el camino de la aventura en el salón de computación.
FIN.